El problema en cuestión es ¿cómo se habla de santidad? O mejor dicho, como se «representa» (en un discurso, en un ejemplo, en una cita, en una obra) la idea del Bien. Ese «cómo» está, debe estar, ordenado (en todo sentido) por la puesta en escena del marco que contiene su declaración. Hay diferentes órdenes de enunciación en la «performance» necesaria para expresar las ideas de la santidad. En el marco de una biografía, de un sermón, de una obra de ficción literaria, operística o fílmica, las diferencias de grado hacen al efecto de expresividad. En la expresión artística, inclusive el modo (mucho) antes que el contenido nos indica tanto «cinismo» como «ingenuidad». Más aún, recorrer biográficamente la vida de un santo en un sermón, es recomendable Pero hacerlo en una obra artística (figurativa-narrativa) es contrario a toda idea de epifanía a través de lo estético. De allí, que, por ejemplo, hablando de cine – termómetro y oráculo de la modernidad-, la obra de Hitchcock o De Palma, sea mucho más efectiva en su acercamiento a la idea de santidad (ver por ejemplo «Femme Fatale» de De Palma) que la obra «significativamente» religiosa de un Bresson, un Tarkovski o un Mel Gibson.
Interesante, aunque no estoy seguro de estar de acuerdo.
En realidad (y ciñéndonos al cine) no me da el cuero para estar de acuerdo ni en desacuerdo, mi cultura cinematográfica está por debajo de la media, recién en estos últimos años -y DVD en PC mediante- me ha empezado a interesar (pocos años atrás
habría rechazado terminantemente eso del cine como «termómetro y oráculo de la modernidad»; hoy… no estoy seguro).
De todas maneras, estos días estaba pensando algo en esta líneas; qué tipo de tratamiento recibe (si es que recibe alguna) la figura del santo» en el cine actual.
No es muy frecuentada, dirán. Pero se me ocurre que, algo inconcientemente, es una figura que se echa de menos, y así a veces asoma, de maneras indirectas. Lo pensaba a propósito de «Amelie» (la vi hace poco, me gustó menos que a la mayoría); se me hizo que a su modo, moderno y francesamente deficiente, pretende ser una pintura de una forma de santidad.
Y lo pensé a propósito de otra película que vi esta semana, surcoreana, menos conocida y a mi ver mucho más interesante: «Samaria» (o «Samaritan girl», o «Niña samaritana»). [*]
Nazarín nombra a Bresson; supongo que pensando sobre todo en «Diario de un cura rural», donde la figura del santo es más directa y menos analógica. Y no estoy seguro de, en esta línea, la aproximación sea menos efectiva; más dispuesto estaría a aceptarlo si se tratara de un ejemplo hagiográfico tradicional (una vida de San Francisco o algo por el estilo).
Podrán tal vez acercarme más ejemplos, a favor o en contra. Yo mismo me quedo rebuscando en la memoria…
Pero quedan algunas cuestiones picando.
¿Por qué ceñirse al cine? ¿No vale la tesis igualmente para el caso de la novela? Debería, digo yo. Me vienen a la mente dos ejemplos, que nacieron literarios y fueron llevados al cine: el mismo cura rural de Bernanos-Bresson; y Sebastian Flyte de Brideshead Revisited (santidad nada convencional, si las hay).
Pero, en mi santoral novelístico, el puesto de honor lo tiene Alioscha Karamazov. Y es para mí (que no sé nada) el modelo de cómo debe abordarse la figura del santo en el arte moderno.
Y hay otra cuestión, que surge inevitablemente cuando nos ponemos a rebuscar ejemplos: la vieja confusión entre el santo y el héroe.
Aunque el bueno de la película sea (y es frecuente) un héroe virtuoso —y más aún: un héroe de la virtud— ser santo, ya se sabe, es otra cosa. Habría que pensar cómo se reflejaría esta distinción en el arte, si uno puede —en ese ámbito al menos— aproximarse a la santidad por el camino del heroísmo, o si por el contrario esa senda sólo lleva a la confusión.
Yo, no sé.
(* Los interesados verla pueden bajarla de emule… subtítulos en español acá. Pero advierto que puede provocar rechazos… conviene antes leer alguna crítica, para saber de qué trata; por suerte, hay muchas y buenas: Uno dos tres cuatro cinco seis siete ocho. La tres incluye un trailer.).