Me pasó días atrás, que pensando (o sintiendo) no sé qué, se me cruzaron aquellos versos (famosos, por acá) de «Naranjo en flor«:
Primero hay que saber sufrir,
después amar, después partir
y al fin andar sin pensamiento….
Nunca me habían dicho demasiado. El escéptico que uno lleva adentro los sospechaba más bien arbitrarios… palabras hijas del capricho del poeta y de las conveniencias métricas, metidas sin mayor fundamento ni concierto, casi al azar
(en todo caso, habría sido más lógico poner «amar» antes de «sufrir».. ¿no?).después amar, después partir
y al fin andar sin pensamiento….
La cuestión es que, en aquel momento, de golpe me parecieron claros y profundamente (evidentemente) verdaderos. Claro, me dije: primero sufrir; después amar; después partir; y al fin, al final de todo… andar sin pensamiento. ¡Claro!!!
No creo que hubiera podido explicar qué es eso que veía claro; y ciertamente, no se me ocurriría intentarlo ahora. Ahora la veo menos; y las puertas vuelven a cerrarse y uno se queda afuera, acompañado del cínico escéptico; escéptico respecto al sentido profundo de la poesía, y escéptico respecto a la correspondencia de nuestras vislumbres con algo real.
Por lo que a mí respecta, les diré que yo no tomo demasiado en serio mis pobres y esporádicas vislumbres; pero al escéptico éste, lo tomo menos en serio todavía.
Y «que se me pegue la lengua al paladar» si dejo de dar las gracias por cualquier vislumbre; aun la de unos versos de tango.