— Y usted, Gogol —dijo Syme—, ¿que piensa de Domingo?
—Yo, en principio —dijo Gogol con sencillez— nada pienso de Domingo, como nada pienso del sol del mediodía.
Y pensé que podía ser una buena ilustración de aquello que decíamos hace un tiempo, sobre ese prurito deplorable -alentado por las encuestas y los medios en general- de tener opiniones formadas sobre las cosas; como si las cosas nos fueran dadas para eso. Y como si ese pretendido patrimonio -nuestro stock de opiniones- no tendiera más bien a empobrecernos, haciéndonos perder contacto con las cosas.—Yo, en principio —dijo Gogol con sencillez— nada pienso de Domingo, como nada pienso del sol del mediodía.
Yendo al original, sin embargo, veo que la traducción (la de Alfonso Reyes, al parecer) no es muy fiel. Sería más bien: «Yo, en principio, nada pienso de Domingo, como tampoco miro el sol al mediodía.». Un matiz bastante diferente, aunque la aplicación pueda -acaso, penosamente- sobrevivir. No sé.