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Me lo contaron hace poco.
Un hombre mayor y solo, bandoneonista aficionado: entraron ladrones a su casa, y, entre otros destrozos, le tajearon el bandoneón…
Seguramente imaginaron que el fuelle podía llegar a ser un escondrijo de dinero.
Bueno, dirá alguno, podría haber sido peor; podrían habérselo robado.
Sí, es cierto… pero creo que a mí eso me habría entristecido menos.