Siniestro. Embarazo. Margaritas.

Como están las cosas, me extraña no haber leído ningún llamado a desterrar del idioma las connotaciones (negativas y positivas respectivamente) de las palabras «siniestro» y «diestro»; sea en nombre del respeto a las minorías (los zurdos… en el sentido anatómico de la palabra), o por las connotaciones políticas. Leyendo un libro de Roque Barcia, «Sinónimos castellanos», encuentro que el asunto, al parecer, tiene una raíz ritual:
La palabra siniestro, sinister en latín, significó primitivamente el lado izquierdo, la mano zurda. Pero la idea de lo izquierdo o de lo zurdo entró después en la designación del espacio para los augurios, y la voz siniestro adquirió una significación religiosa que conserva aún en los idiomas neolatinos.
Mas debe notarse una curiosidad, y es la siguiente: los augures romanos, para las ceremonias del rito, dividían el cielo de modo que lo que era mano izquierda para ellos era mano derecha para los dioses. Suponían que los dioses estaban delante del mundo, al frente de los hombres, y la situación que ocupaban era diametralmente contraria a la nuestra. Tal es la razón por que lo siniestro se consideraba como favorable entre los latinos. Lo siniestro estaba a la diestra del numen, y significaba para ellos lo contrario de lo que significa entre nosotros. Por esto dice Cicerón que las cosas siniestras parecían mejores a los romanos: nobis sinistra videntur meliora. Pero los griegos, al designar el espacio celeste para la observación de los presagios, obraron al revés que los latinos. Los dioses griegos debían estar detrás del mundo, guardando la espalda de los hombres, y lo que era siniestro para Roma fue diestro para Atenas. Nosotros seguimos el rito de los griegos.
En el mismo libro, entre otras curiosidades, me entero de por qué la palabra «embarazo», se usa para designar al estado de hembra gestante («mujer embarazada»), y también como sinónimo de «molestia» o «incomodidad«. Es elemental, sí… ¿lo sabían? ¿se lo habían preguntado? Si no es así, abajo va la explicación.

A menudo me topo, así, de casualidad, con alguna respuesta o explicación -más o menos obvia- a alguna cuestión más o menos trivial. Y me sorprende -y me molesta-, no tanto el haber ignorado esa respuesta, sino, sobre todo, que ella me haya salido al paso, en lugar de haberla yo buscado. Una especie de pereza o de timidez intelectual… (quizás miedo a pasar por ignorante en temas mundanos; «¡cómo!, ¿de veras no sabías eso?»; soy del tipo de personas que, instintivamente, se resisten a reconocer que no entendieron un chiste), que me inhibe para preguntar «¿por qué?»; incluso -y eso es lo que más me molesta- para preguntármelo a mí mismo.

Otro ejemplo: Jesús habla de «no arrojar perlas a los cerdos». Tenemos, sin embargo, la frase hecha (española, al parecer) «no tirar margaritas a los chanchos». No parece ser lo mismo. ¿O sí?
Es otro ejemplo, digo, porque lo que más me desalienta no es haber ignorado -hasta ayer- la explicación, sino no habérmelo preguntado.

Respuestas:
«Embarazada/embarazo». Contra lo que yo hubiera tendido a creer, «embarazo» (en el sentido de «molestia o incomodidad») es la palabra original, mientras que «mujer embarazada» es casi un eufemismo, que sólo alude a la dificultad de la mujer encinta para desplazarse («embarazada para moverse»).
De paso -y siempre según Barcia- los adjetivos sinónimos (en esta acepción) «encinta» y «preñada» también son algo eufemísticos: el primero se refiere a la vestimenta («encinta» = «desceñida», con los vestidos sin ceñir). El segundo significa simplemente «lleno, repleto»; alude entonces a la figura exterior hinchada, como de una bolsa llena. (de nuevo, yo imaginaba que esta acepción derivada era la principal, y la otra una especie de metáfora; y que cuando uno decía que tal situación «está preñada de posibilidades» había alguna vaga alusión a la idea de gestación; parece que no es así… aunque mi diccionario pone a la acepción «preñar = llenar» como «figurada»… en qué quedamos? Además, acá pone figura la acepción «preñado=que incluye en sí algo que no se descubre.»)

«Margaritas a los chanchos». La simple, elemental explicación es que «margarita», en esa frase, no significa la flor de ese nombre, sino… perla. La verdad es que recién me entero de esta acepción (el DRAE que yo tengo -ed. 21- la pone como primera; acá, cuarta), y me avergüenza un poco.
Por cierto, no habría nada de extraordinario en echar margaritas (flores) a los chanchos; ni uno desperdiciaría gran cosa, ni los chanchos se molestarían (supongo que podrían comerlas, incluso). La parábola de Jesús se entiende en el caso de perlas: los chanchos creerían que se trataba de granos de maíz o algo parecido, y al morderlas tendrían -desde su punto de vista- bastante razón para enojarse contra el porquerizo…
# | hernan | 10-abril-2006