Se trata de cazar un cóndor vivo, cegarlo y dejarlo libre. Resulta entonces (o al menos así se lo contaron a Unamuno) que el cóndor levanta vuelo vertical, porque su instinto asocia la oscuridad que lo rodea a las zonas bajas, a los valles y desfiladeros; y así sube y sube, buscando la luz de las alturas… hasta que le revientan los pulmones y cae muerto.
Fray Mocho lo cuenta parecido, pero con otra explicación. Tras relatar la esforzada (e ingeniosa) captura del cóndor, por un viejo gaucho cordobés, el relato termina así:
…
-Ya ve, señor, cómo más valen las mañas que los fusiles. Y es grande el condenao… Con razón por poco no me levantaba…
-¿Sabe que esto se llama hazaña, viejo? .. .
-No tanto, señor… pero los muchachos no hacen esto todavía… Y aura lo hagamos suicidarse a este roñoso… ¿no le parece?
Sacó el viejo una lesna del bolsillo de su tirador y al propio tiempo que traspasaba con ella ambos ojos del enorme pájaro de presa, los mocetones lo largaron…
Corrió un trecho, graznando de dolor, y luego se remontó casi recto, siguiéndole nuestra vista entre el enjambre de sus compañeros, que revoloteando en círculo lo rodeaban curiosos, pero que él no atendía, y así se perdió en el infinito azul…
-No crea que v’a dir lejos… Aura, lo que se vea ciego, se descuelga desde las nubes a cuerpo muerto y se destroza sobre las piedras…
Y así fue. De repente lo vimos caer pesadamente, allá, en la lejanía brumosa de los cerros desiertos.
La versión de Unamuno parece más convincente…
además de más sugerente, más apta para la metáfora
Y ya se imaginarán que en esa línea metafórica
es que el vasco trae la historia. Y la retoma
(esta cita la encontré) promediando
«El Cristo de Velázquez»:
-Ya ve, señor, cómo más valen las mañas que los fusiles. Y es grande el condenao… Con razón por poco no me levantaba…
-¿Sabe que esto se llama hazaña, viejo? .. .
-No tanto, señor… pero los muchachos no hacen esto todavía… Y aura lo hagamos suicidarse a este roñoso… ¿no le parece?
Sacó el viejo una lesna del bolsillo de su tirador y al propio tiempo que traspasaba con ella ambos ojos del enorme pájaro de presa, los mocetones lo largaron…
Corrió un trecho, graznando de dolor, y luego se remontó casi recto, siguiéndole nuestra vista entre el enjambre de sus compañeros, que revoloteando en círculo lo rodeaban curiosos, pero que él no atendía, y así se perdió en el infinito azul…
-No crea que v’a dir lejos… Aura, lo que se vea ciego, se descuelga desde las nubes a cuerpo muerto y se destroza sobre las piedras…
Y así fue. De repente lo vimos caer pesadamente, allá, en la lejanía brumosa de los cerros desiertos.
…
¿No es acaso esa sangre del poniente
señal del pensamiento dolorido
de la pobre alma humana, que con saltos
de loco escudriñar quiso la bóveda
del cielo azul romper y ver los ojos
de Aquel que a dar tu sangre así Te enviara
como remedio de esa sangre trágica?
Ciegan, crueles, al cóndor de los Andes,
lo sueltan, y el ceñudo soberano
de las crestas, creyéndose en el fondo
de barranca sin luz, levanta el vuelo,
derecho, a plomo, así como guardando
sus alas de los tormos de las rocas;
va buscando la luz sin ojos, sube,
no la encuentra ¡cuitado! y va subiendo,
y llega a las alturas en que el aire
para el vuelo y el huelgo se adelgaza;
no logra respirar, sigue buscando
la luz de vida con sus cuencas ciegas;
pliega sobre su pecho que revienta
su corvo pico y se desploma muerto.
Así del hombre el insaciable espíritu
tras de la luz se alzó hasta las alturas
donde no hay aire para el huelgo y vuelo,
saber buscando a trueque del ahogo;
pero bajaste Tú, luz de la gloria,
la vida que era luz para los hombres,
luz que en lo oscuro brilla iluminando,
a todo hermano tuyo que a este mundo
a respirar el graso aire del valle
mejido(?) con la boira(?) de las lágrimas
y del sudor penitencial se viene.
…
Me pregunto, cuál será
la versión verdadera… o la más verdadera,
en todo caso. Y no me vengan a decir que
el cóndor de Unamuno en cierta forma
también es un suicida, y que eso también podría
aplicarse al otro término de la metáfora…
no me lo digan, que hace calor
y estoy un poco embotado (más que de costumbre).
¿No es acaso esa sangre del poniente
señal del pensamiento dolorido
de la pobre alma humana, que con saltos
de loco escudriñar quiso la bóveda
del cielo azul romper y ver los ojos
de Aquel que a dar tu sangre así Te enviara
como remedio de esa sangre trágica?
Ciegan, crueles, al cóndor de los Andes,
lo sueltan, y el ceñudo soberano
de las crestas, creyéndose en el fondo
de barranca sin luz, levanta el vuelo,
derecho, a plomo, así como guardando
sus alas de los tormos de las rocas;
va buscando la luz sin ojos, sube,
no la encuentra ¡cuitado! y va subiendo,
y llega a las alturas en que el aire
para el vuelo y el huelgo se adelgaza;
no logra respirar, sigue buscando
la luz de vida con sus cuencas ciegas;
pliega sobre su pecho que revienta
su corvo pico y se desploma muerto.
Así del hombre el insaciable espíritu
tras de la luz se alzó hasta las alturas
donde no hay aire para el huelgo y vuelo,
saber buscando a trueque del ahogo;
pero bajaste Tú, luz de la gloria,
la vida que era luz para los hombres,
luz que en lo oscuro brilla iluminando,
a todo hermano tuyo que a este mundo
a respirar el graso aire del valle
mejido(?) con la boira(?) de las lágrimas
y del sudor penitencial se viene.
…