País generoso

Voy el domingo a la primera misa de mi parroquia (8:00), con la esperanza de que la menor concurrencia, el predominio de ancianas -y quizás el vago sopor que flota en el aire un domingo a tal hora- la torne más… discreta. Vana esperanza.
Ni la hora temprana ni el público raleado hace mella en el histrionismo del cura sonriente, que emprende el sermón con un entusiasmo que hace temer lo peor.
Y habla y habla, largamente, con tono de tono de animador infantil:
«Bueno, bueno… Como todos saben … hoy es el tercer domingo de ….. ? » «Adviento», responde con docilidad el público de las primeras filas… sesenta años promedio, y me quedo corto… «Bla bla bla bla… Adviento es el tiempo de preparación para la …. ? » (Navidad, responden. Preguntó eso, sí, les juro). Si estoy acostumbrado a la liturgia mediocre (constantemente salpicada de mejoras… al criterio del celebrante), el sermón ya es pesadillesco. Trato de tomarlo con humor y/o caridad, pero es demasiado para mí.
… y viene bien que hablemos de la alegría, hoy, saben, porque este domingo de Adviento, saben ¿cómo se llama? ¿Alguno sabe? …. Bien, bien… eso es… Laetare… Muy bien, Norma. Laetare, o Gaudete. Bueno, creo que así se pronuncia… Es latín, ¿no?…. Saben (acentúa aún más la sonrisa socolinskiana), la verdad es que yo terminé el seminario porque este es un país muy generoso.

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