Forzado a hablar de la Argentina, menta a Borges y luego «los clichés que tenemos los estadounidenses: las pampas, los gauchos, los mejores bifes del mundo».
Le preguntan por la muerte («…la tragedia última, máxima. No hay nada después de eso. Es la cesación de toda esperanza.«); y consecuentemente se declara irreligioso, y niega cualquier tipo de inmortalidad. Tiene gracia -involuntaria- esta especie de disculpa inesperada:
«No sé cómo les caerá a los católicos de su país, pero no hay nada después de la muerte.»
Uno se imagina a la multitud de admiradores argentinos
de Woody Allen, escandalizados,
quemando los videos… ¡Woody no va a misa, qué horror, se nos cayó el ídolo!
Me pregunto si el periodista le habrá explicado que eso también es un cliché, y que, hoy y acá, «los católicos argentinos» son aproximadamente igual de raros que los gauchos de las pampas; y ciertamente mucho más raros que los buenos bifes.