Son varias las cosas interesantes que encontré en los cuatro o cinco que llevo leídos; entre ellas, una referencia al «fracaso de Frodo» que tratábamos hace poco, en un ensayo de Patricia Meyer Spacks relativamente temprano (1959).
Lo que sigue es un resumen bastante esquemático, centrado en ese momento de la historia (que no es lo central en el ensayo). No estoy seguro de que tenga razón, pero da que pensar.
Opone la autora, dentro las historias míticas, las que contienen un ethos cristiano frente a las paganas, correspondientes a la épica anglo-sajona. Entre las primeras, estarían las obras de C. S. Lewis y Charles Williams; el SDLA… entre las segundas, más bien. «El Señor de los Anillos, no es una obra cristiana», dice ella. Lo cual puede sobresaltar a más de uno (yo incluido). Pero veamos de qué se trata acá.
Se trata de que en la «mítica cristiana» el tema es la confrontación del bien y el mal moral; el protagonista, el héroe, de última, es el alma, que debe ejercer su voluntad libre para elegir el bien, (y así triunfar, sea en este mundo o en el otro) en un universo con un sentido, un orden justo.
En la mítica pagana (ejemplificada en el Beowulf) tenemos en cambio el Hado (Destino) como fondo; el que lucha es el hombre que se enfrenta con males externos e incomprensibles (monstruos), la victoria es tan probable como la derrota, os hechos del universo están fuera de nuestro control y comprensión, y las únicas armas son la voluntad fuerte, el coraje a pesar de todo.
PMS argumenta que este último ethos subyace (bien que con un ropaje casi infantil) en «El Hobbit». Pero en el SDLA esto aparece matizado y enriquecido por el papel importante que pasa a ocupar la libre voluntad, que aparece como inseparable del Hado (y que en alguna medida lo configura o dispone). En la mítica pagana la virtud moral no es esencial para el triunfo del héroe, y el Hado parece ir de la mano con el Azar. En el cristianismo no hay Azar ni Hado, sólo la voluntad inteligente y libre del hombre y de Dios. El mundo del SDLA es algo intermedio: un Hado que (cada vez más) aparece como algo no azaroso, algo determinado (en el fondo) por nuestra voluntad libre.
Es el Hado el que hace a Bilbo encontrar el anillo, y el que se lo cuelga a Frodo. Pero es el ejercicio (virtuoso) de su libre albedrío el que lo hace crecer espiritualmente y finalmente triunfar.
¿Cómo? De varias maneras. Pero, yendo a lo que nos interesa: Frodo ejercita la virtud con Gollum, del desprecio inicial pasa a la compasión y al perdón. Así, mientras «gasta» la libertad de su voluntad en el camino, ha hecho su siembra. Y cuando su libertad llega a agotarse, es el Hado el que toma las riendas.
La voluntad de Frodo es grande, pero al final
sucumbe. Y es salvado, no por un acto de voluntad
sino por un acto del Hado. […]
Desde el punto de vista dramático, ese episodio
final [Frodo que reclama el Anillo en lugar de tirarlo,
Gollum que se lo arrebata y cae] era innecesario;
prolonga el suspenso por una página, y el dilema
planteado se resuelve de inmediato.
Pero desde el punto de vista temático, es esencial.
Aquí es reafirmada en su máxima expresión
la idea antes sugerida: el libre albedrío
íntimamente ligado al Hado. Cada vez que el
hombre elige libremente el bien, colabora
con el gran plan de Dios. Frodo varias veces
ha elegido ser piadoso con Gollum, a pesar de todo.
Y son sus actos de misericordia los
que determinan su destino;
y a su vez, como al aceptar su misión ha venido
a ocupar un lugar simbólico, también determinan
el destino de su mundo.