Supongamos que ud. se encuentra en Jerusalén, el domingo anterior a la Pascua del año 30. Está entrando Jesús de Nazareth a la ciudad; mucha gente en las calles, entusiasmo y aclamaciones.
Supongamos que ud. ya conoce a Jesús, ya sabe quién es, y qué le va a pasar. Ud. sabe que los que hoy vitorean al «hijo de David», en pocos días lo rechazarán y harán matar; tal vez ese entusiasta que está frente suyo, agitando palmas, el viernes pedirá que liberen a Barrabás y escupirá sobre Cristo camino al calvario. Bien.
Pero el caso es que, aun sabiendo eso, hoy usted es un espectador más, es parte de ese pueblo de Jerusalén que recibe a Jesús de Nazareth.
¿Qué hace usted?
- Mira con veneración a Jesús y con severidad a los aclamadores. Esa alegría es cartón pintado -piensa-, no puedo participar de ella; esta gente no entiende la cruz, no tiene idea de lo que está viendo ni de lo que está vitoreando; ya van a ver lo que se viene…
- Piensa con dolor que ese recibimiento no es trigo limpio; trata de buscar la forma «correcta» de recibir a Jesús, de darle «realmente» la bienvenida; intenta aislarse del entusiasmo sospechoso de la multitud, para «conectarse» con Jesús y rendirle un homenaje más espiritual, menos rústico y más verdadero.
- No es tiempo de pensar en lo que se viene —piensa— es tiempo de aclamar a Jesús que está entrando a la ciudad. Se une, pues, a los vítores, y se alegra igual que todos y con todos. (Jesús incluido… es de esperar)
Ah… me preguntará usted para qué sirve el test, y qué clasificación determina la elección de las respuestas. Pero ya dije al principio que me faltaban ultimar algunos detalles…