Soy bastante ignorante en cuestiones litúrgicas,
y no es un tema que me enardezca particularmente.
Pero tengo una
fascinación especial (quizás desordenada)
por la liturgia de la Semana Santa; es la época
del año que más espero y que -en general- mejor
vivo. Con el tiempo he venido a reconocer que
mi descubrimiento de esas bellezas hace una docena
de años (primera Pascua post «conversión») se vio
favorecida por una suerte no común: casi siempre me
tocaron parroquias más o menos respetuosas del
rito, sensibles -no hace falta mucha sensibilidad, por otra
parte: es demasiado evidente- a la belleza del asunto.
Este año … también tuve suerte. No me animé a
asistir a «mi parroquia» (ya la misa de Domingo de Ramos
había sido demasiado desastrosa) y me fui a otra de la cual tenía buenos recuerdos.
Pero, el viernes santo decidí «darle una oportunidad»
a mi parroquia e intenté participar del Vía Crucis por las calles
del barrio (El Via crucis «principal» por Av. de Mayo
del año pasado, con locutores onda FM y
esa retórica pomposa y vacía, me espantó para siempre;
me dicen que el de este año no fue mejor).
Error. Ya empezamos mal con el cura «animador»,
(de TV, parecía). Pero no imaginé que llegaría
a pedir, apenas empezado el recorrido que «levantemos las brazos en alto!» mientras cantábamos caminando por la calle.
Calma, me dije; tal vez el pobre se distrajo y olvidó que se trata de un Via Crucis en Viernes Santo; un lapsus…
La mayoría de la gente tuvo el buen tino de no hacerle caso;
tal vez lo peor haya pasado…
Bien; en la siguiente estación, pidió levantar en alto la cruz que llevaban… y cuando yo esperaba un momento de silencio
o alguna «meditación», no va y se le ocurre gritar: «Un aplauso para nuestro Maestro!».
Suficiente para mí, me dije. Sobre todo considerando que estaba a tiempo para el Vía Crucis en la otra parroquia.
El cual fue sencillo y reverente; y con una «representación
viviente» del juicio y la crucifixión (en la plaza) -esas cosas
siempre me parece que van a resultar un papelón, pero
después terminan saliendo bien.
Después, una vigilia de Viernes Santo en la iglesia,
en tinieblas y recogimiento. Con una larga retaíla de canciones
en guitarra y dos voces, sorprendentemente apropiadas y hasta emocionantes.
El sábado a la noche, la Vigilia Pascual estuvo hermosa;
sermón del párroco incluido.
Ya que acá somos un poco criticones, felicitemos cuando
corresponde. Felicitaciones pues al párroco de San José de Flores de Buenos Aires, la chica que cantaba el Viernes Santo
y la parroquia en general.