Yo tengo esa edición, de la «Biblioteca de Ciencia Ficción» de Orbis, tapas azul-plateado. Pero de la primera también tengo otra edición, algo más rara y precaria, del «Grupo editor de Buenos Aires«, colección «Fotón«.
Aquí el título original («Out of the Silent Planet») viene traducido —con alguna demasiada libertad y pretensiosidad— como «Planeta silente». El texto de la contratapa, contiene un reflexión algo despistada, que habría hecho desesperar al bueno de Lewis y que motiva este post. Cito escrupulosamente, respetando hasta las comas:
Avanzamos a pasos agigantados en la conquista del espacio.
Posiblemente se haga con cierta soberbia, que se va transformando
en humildad cuanto más penetramos en el cosmos.
Pero ¿por si acaso [sic] somos también los reyes del cosmos?,
es que es imposible la existencia de otras civilizaciones?,
y si en ellas la moral, las relaciones sociales, hubieran
alcanzado formas más elevadas, más dignas?
Si las comunicaciones entre los miembros de un sociedad y aún entre sociedades fueran más integrales? No sería que deberíamos [sic] entonces considerarnos un PLANETA SILENTE?
Cabe entonces la reflexión del autor: ¡SI EL HOMBRE QUIERE VIAJAR POR EL ESPACIO, TAMBIÉN TENDRIA QUE HACERLO A TRAVES DEL TIEMPO!
No se aflijan si no captan la conexión lógica
de la frase final con lo anterior: no la hay.
Pero el hecho es que esa frase en mayúsculas
figura -con leves variantes- en la novela; es
la frase final. Y la verdad es que
tampoco en la novela —que, contrariamente
al comentario de contratapa, es muy lógica y entendible—
queda muy en claro a qué se refiere. Para mí, al menos.Si las comunicaciones entre los miembros de un sociedad y aún entre sociedades fueran más integrales? No sería que deberíamos [sic] entonces considerarnos un PLANETA SILENTE?
Cabe entonces la reflexión del autor: ¡SI EL HOMBRE QUIERE VIAJAR POR EL ESPACIO, TAMBIÉN TENDRIA QUE HACERLO A TRAVES DEL TIEMPO!
La cosa se aclara al leer las cartas de Tolkien [cartas 24, 159, 252y sobre todo 294] , o la biografía por Carpenter.
Año 1936; Tolkien y Lewis eran amigos desde 1927 (en el interín, Lewis se había convertido al cristianismo) y compartían el gusto por los relatos fantásticos con componentes míticas, que echaban en falta en la literatura contemporánea. Ninguno de ellos se consideraba «un escritor», pero, a que al parecer nadie se dignaba a escribir lo que a ellos les gustaría leer, decidieron que ellos mismos tendrían que intentar hacerlo, aunque fuera como aficionados [*]. Se desafiaron mutuamente a escribir una historia cada uno, usando el recurso del «viaje» para contactar un mundo mítico… y acordaron que Lewis lo haría mediante un viaje a través del espacio, y Tolkien a través del tiempo. Lewis escribió entonces su «trilogía de Ramson». Tolkien (que en ese entonces acaba de publicar el Hobbit, y que ya tenía bosquejada buena parte de su mitología -lo que después sería El Silmarillion) intentó un escrito («El camino perdido») que quedó inconcluso; su final luego se transformaría en «La caída de Numenor». Como todos sabemos, Tolkien finalmente decidió que no hacía falta un «viaje» para meternos en su mundo.
Todo esto está contado con bastante detalle en este artículo, «Los viajes en el espacio y en el tiempo de C. S. Lewis y J. R. R. Tolkien«; que entre muchas observaciones interesantes menciona el juicio de Borges:
…En una reseña publicada en la revista El Hogar en 1939, al poco de aparecer la primera edición en inglés de Lejos del planeta silencioso, Jorge Luis Borges destacaba la coherencia y la minuciosidad del mundo fantástico de Malacandra, la sensación de verdad que transmite, así como el «espontáneo ambiente poético» que envuelve los trayectos entre la Tierra y Marte.
Este mismo sentimiento de maravilla ante el espacio cósmico fue destacado por Fritz Leiber, según el cual casi se diría que Lewis escribió ateniéndose a lo estipulado por Lovecraft en el breve ensayo «Some Notes on Interplanetary Fiction». Aunque es difícil imaginar dos personalidades más antitéticas que las del creyente Lewis y el ateo materialista Lovecraft…
Este mismo sentimiento de maravilla ante el espacio cósmico fue destacado por Fritz Leiber, según el cual casi se diría que Lewis escribió ateniéndose a lo estipulado por Lovecraft en el breve ensayo «Some Notes on Interplanetary Fiction». Aunque es difícil imaginar dos personalidades más antitéticas que las del creyente Lewis y el ateo materialista Lovecraft…
[* … y la verdad es que a veces uno siente algo parecido, aunque sea en otros aspectos y a otras alturas…]