[La foto es de unas mujeres en Rusia (sur-este; el transiberiano de fondo) en unos puestos armados con cochecitos de bebé, vendiendo comida casera].
El tema no es lo mío, ya queda dicho. Más de un amigo ha tratado de despertarme el interés por viajar, pero no hay caso. No sirvo para eso. Me quedo con el modesto placer de conocer algunas cosas de nuestro mundo leyendo revistas …cómodamente, mientras tomo mate y escucho la lluvia de domingo que cae sobre mi Buenos Aires querido.
Imagino que en tiempos pasados conocer pueblos exóticos (aunque sea a través de revistas o relatos) provocaba emociones más fuertes. Imagino que los hombres «civilizados» de un par de siglos atrás podían sentir una impresión distinta al conocer algunas costumbres «salvajes»; incluso alguna sabrosa dosis de espanto y escándalo, acompañado del alivio de vivir en un pueblo culto…
Hoy de eso quedará poco. Por ideología (si no hay hombres superiores, tampoco hay culturas superiores; la reivinicación de los indígenas; el primitivismo asociado a la inocencia , etc) y también por la realidad de los tiempos (el mundo es más chico, nos conocemos más, y estamos menos diferenciados), hoy la gente no se escandaliza así nomás.
Casi escribo «no nos escandalizamos»; pero la primera persona sería un poco mentirosa. Será que yo no estoy muy integrado al sentir del moderno lector de la National Geographic, será que me falta un poco de educación (pública)… la cuestión es que yo sí a veces me espanto y me escandalizo cuando me entero de la barbarie de otros pueblos. Y hasta llego a alegrame de vivir en un país culto y civilizado (en serio!). Me dirán que es un prejuicio tonto, que todas las naciones están a igual distancia de Dios, etc. No digo que no, no sé; digo la sensación que me provoca, nomás.
¿Por ejemplo ? Esta nota dedicada a un país exótico. Una nación «limpia y próspera» de «luteranos sin religión» (lo dice el periodista; y Kierkegaard también lo había dicho, o algo parecido ; pero en aquel entonces no le creían). El periodista dice que «se trata del ideal que casi todos tienen de la Nación Más Perfecta Del Mundo».
…La vida cotidiana se basa en la predecibilidad.
Si el horario dice que el tren sale de Kalmpenborg a las 7:06
y llega a Osterport a las 7:27, precisamente así será; y si uno
ha invitado a Jens y Camilla a cenar a las 7:30, exactamente
a esa hora estarán llamando a la puerta, no un par de minutos
después. Y cuando abrimos la puerta, ellos darán por supuesto
que nosotros también hemos arreglado nuestro tiempo,
que no estaremos corriendo de un lado para el otro
recogiendo medias sucias, que la cena estará bajo control,
las velas encendidas, el vino frío, y los anfitriones preparados
para congeniar.
Para los dinamarqueses, esta es la manera correcta de vivir; para un americano [y para un argentino no te digo nada] al principio parece maravilloso, y luego te resulta chocante. Uno se encuentra con dinamarqueses que tienen sus vidas planeadas con detalle para varios años a futuro, y esto le da una especial satisfacción.
Conocí un matrimonio de edad, ambos maestros; llevaban sus finanzas por separado, y la esposa me contaba: «Me encantaría visitar EEUU este verano próximo. Ole va a viajar, pero yo no puedo afrontar ese gasto.» Para un americano, esto es algo perverso. Se aman. ¿Cómo es que Ole no paga el viaje de su esposa? Pues porque no es así como ellos manejan sus asunto, por eso.
Y por eso yo me espanto. Y cuando uno sabe que los «casi todos» que
consideran a estos pueblos como el modelo de la civilización
incluyen a la abrumadora mayoría de nuestros sociólogos,
psicólogos, periodistas, jueces de la Corte Suprema y afines…
uno tiene motivos para asustarse en serio.
Para los dinamarqueses, esta es la manera correcta de vivir; para un americano [y para un argentino no te digo nada] al principio parece maravilloso, y luego te resulta chocante. Uno se encuentra con dinamarqueses que tienen sus vidas planeadas con detalle para varios años a futuro, y esto le da una especial satisfacción.
Conocí un matrimonio de edad, ambos maestros; llevaban sus finanzas por separado, y la esposa me contaba: «Me encantaría visitar EEUU este verano próximo. Ole va a viajar, pero yo no puedo afrontar ese gasto.» Para un americano, esto es algo perverso. Se aman. ¿Cómo es que Ole no paga el viaje de su esposa? Pues porque no es así como ellos manejan sus asunto, por eso.