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Se llama Victoria, tiene 14 años; y no era una chica particularmente religiosa. Pero mantuvo siempre la cruz apretada en su mano, durante los tres días que duró el secuestro. Hoy está bien.
Aunque con una esquirla de un centímetro de largo que le atravesó el cráneo y quedó en el medio de la cabeza; no le hizo nada y no se la piensan sacar.
Tuvo mucha suerte, dicen los médicos.