No te mates por saber
lo que el tiempo te dirá;
que no hay cosa más bonita
que saber sin preguntar.
También la recopiló F. Marín,
aunque difiere un poco el segundo verso («que el tiempo tiempo te enseñará»).
lo que el tiempo te dirá;
que no hay cosa más bonita
que saber sin preguntar.
En la primera lectura, me sonó a levemente mística… Alguna lejana resonancia de San Juan de la Cruz (no muy justificable); o una especie de trasposición de aquello de «el que quiera salvar su vida la perderá»: así como la felicidad no se puede encontrar buscándola, acaso la sabiduria tampoco … en algún sentido (ya tuvo que salir el reparo comodín!).
Digamos que, en ciertos planos, no es preguntando como se alcanza la sabiduría, sino más bien entregádose, confiando: la verdad como algo que nos llega -un don-, y que se nos dará plenamente (no como en un espejo) en la otra vida (y «no hay cosa más bonita»…).
Después, puse los pies en tierra, releí… y sospeché una intención de lo más baja y cínica: la del que sabe que no hace falta esforzarse averiguar lo malo (los pecados de los otros), sólo hay que esperar: porque la misma maledicencia hace correr las noticias (y no hay cosa más bonita -cínicamente, demoníacamente hablando- que saber sin preguntar).
Ni tan peludo ni tal pelado, me digo.
Supongo que se refiere a esas pequeñas sabidurías que dan los años, y que son difíciles de racionalizar y de trasmitir… Así, más o menos, también lo creen otros.
Y acaso, se me ocurre ahora, no debería matarme por saberlo: que tal vez el tiempo me lo dirá, y no habrá cosa más bonita que saberlo sin preguntar.