… Ah, bien sé que es vano querer retornar al pasado.
Ciertamente, mi vida está llena de muertos; y el más muerto de todos los muertos es el niño que fui.
Y sin embargo, cuando llegue la hora, será él quien retomará su puesto a la cabeza de mi vida, juntará hasta el último de mis pobres años, y como un joven caudillo a sus veteranos, reunida la tropa dispersa, entrará primero en la casa del Padre.
Por sobre todo, pues, tengo el derecho de hablar en su nombre.
Pero no se habla en nombre de la infancia, es preciso hablar en su lengua. Y es precisamente esta lengua olvidada, esta lengua la que busco de libro en libro (imbécil!) como si semejante lengua pudiera escribirse, ella que jamás ha sido escrita. No importa.
Y aun de vez en cuando me sucede reencontrar algún acento… y es eso lo que quisiera haceros oír, compañeros dispersos por el mundo, que por azar o por tedio habéis abierto un día mis libros.
Amarga ironía ésta de pretender persuadir y convencer, cuando mi profunda certeza es que la parte del mundo todavía susceptible de rescate no pertenece más que a los niños, a los héroes y a los mártires.
Ciertamente, mi vida está llena de muertos; y el más muerto de todos los muertos es el niño que fui.
Y sin embargo, cuando llegue la hora, será él quien retomará su puesto a la cabeza de mi vida, juntará hasta el último de mis pobres años, y como un joven caudillo a sus veteranos, reunida la tropa dispersa, entrará primero en la casa del Padre.
Por sobre todo, pues, tengo el derecho de hablar en su nombre.
Pero no se habla en nombre de la infancia, es preciso hablar en su lengua. Y es precisamente esta lengua olvidada, esta lengua la que busco de libro en libro (imbécil!) como si semejante lengua pudiera escribirse, ella que jamás ha sido escrita. No importa.
Y aun de vez en cuando me sucede reencontrar algún acento… y es eso lo que quisiera haceros oír, compañeros dispersos por el mundo, que por azar o por tedio habéis abierto un día mis libros.
Amarga ironía ésta de pretender persuadir y convencer, cuando mi profunda certeza es que la parte del mundo todavía susceptible de rescate no pertenece más que a los niños, a los héroes y a los mártires.