Y quizá esta coplita religiosa sea una de las más pobres y olvidables:
Ay Jesús mío,
no más pecar.
Muera el pecado,
viva la paz.
Sin embargo, creo que cualquier cristiano no más pecar.
Muera el pecado,
viva la paz.
Y ese par de versos finales, con toda su puerilidad (y el dudoso gusto del muera-viva)… Cuánta nostalgia de aquellos lejanos tiempos en que las palabras «viva la paz» no eran necesariamente palabras huecas y frívolas.