El mediodía me encontró en San Telmo, saliendo de la Facultad.
Y fue así que, después de más de un año, se me ocurrió entrar al
restaurant de entonces para
almorzar en companía de Santa Teresita.
Pero encuentro que aquella estética de casa de abuelos ha desaparecido.
Ya no están aquellas fotos descoloridas de matrimonios
antiguos y primeras comuniones.
En cambio, desde la pared
del fondo, el Che me recibe desafiante y con su habano en la boca.
Me acerco a la mesa de la otra vez… Y en lugar del
bajorrelieve de Teresa, me mira una foto de Cortázar.
Podría haber sido peor, me digo: podría haber sido la única mesa libre.