En cierto sentido, la bendición que dan los discípulos es un sacramento, un signo verbal
que realiza lo significado: hacer descender la paz sobre
los habitantes de la casa. Y qué pasa si tales habitantes
son indignos de recibirla ? Ellos pueden rechazar la gracia,
y quedarse sin recibir la paz.
Jesús aclara que esta es la naturaleza de esta
especie de sacramento de la paz: es un regalo,
un don que aunque sea rechazado, no se desperdicia.
Y que vuelve a los discípulos, no vacío, sino como condenación
de los que lo rechazaron.
(Isaías 55, 10-11)
En los comentarios, alguien se pregunta cómo es que la paz
se da a los pacíficos (dar algo al que tiene ? no debería ser
al revés ?). Tom contesta tocando un punto de liturgia
dolorosamente actual para mí:
(Isaías 55, 10-11)
Eso me recuerda al cura que, en la Misa dice «La
paz del Señor está con ustedes», a lo cual uno se supone que
debe contestar obedientemente «Y también contigo».
Creo que este pasaje debería leerse en conjunción con el evangelio del domingo anterior, las duras palabras de Jesús a sus aspirantes a discípulos («El que pone la mano en el arado y vuelve la mirada atrás no sirve para el Reino de Dios»).
Sólo un «hijo de paz» sirve para la paz de Cristo; y la paz de Cristo es un don que se incrementa dándolo. Por esto, el cambio en el saludo del cura es tan mala teología como mala liturgia.
Creo que este pasaje debería leerse en conjunción con el evangelio del domingo anterior, las duras palabras de Jesús a sus aspirantes a discípulos («El que pone la mano en el arado y vuelve la mirada atrás no sirve para el Reino de Dios»).
Sólo un «hijo de paz» sirve para la paz de Cristo; y la paz de Cristo es un don que se incrementa dándolo. Por esto, el cambio en el saludo del cura es tan mala teología como mala liturgia.