Jerarquia – 2

Me sugiere un amigo un aspecto que no había pensado… eso de las jerarquías invertidas puede tener algún efecto colateral auspicioso.
Es como cuando uno tiene un compañero de trabajo inútil e insoportable: uno puede verse libre de él no sólo porque en la empresa decidieron echarlo; también -y a veces es más probable- porque decidieron ascenderlo.
Así, más de un feligrés, se ha visto liberado de algún cura liturgicamente desesperante… gracias a un incomprensible (pero, en este caso y en algún sentido, bienvenido ) ascenso.

Pero no era esta la intención de mi amigo, sino más bien precaverme contra el hábito de la crítica y la maledicencia; especialmente peligroso cuando puede interferir con la devoción religiosa. Y me cita a C. S. Lewis.
Por supuesto. Siempre tengo en cuenta ese peligro, y más de una vez lo he dicho. Pero… una cosa es una cosa, y otra cosa es otra cosa.
Claro que existe ese riesgo; y también está la objeción que otro lector me hacía llegar hace poco: no criticar la Iglesia en un ámbito público, los trapos sucios lavarlos en casa, etc (aunque esto es otro tema). Pero … ni tan peludo ni tan pelado. Ni obsesionarse con la cuestión (al estilo de algunos tradicionalistas amargos) ni taparse los ojos ni la boca: cuando alguno dice o hace una estupidez (desde el Papa para abajo), decirlo sencillamente, sin atenuar nuestro fastidio pero sin dar importancia a nuestro fastidio; aunque sea para que quede dicho, nomás, y podamos ocuparnos de otros temas más importantes. Digo yo, no sé.
# | hernan | 15-julio-2004