Claro que, si en literatura el adjetivo «constumbrista» se refiere a la descripción de costumbres existentes, en televisión se refiere más bien a la formación de costumbres deseadas. O sea, se trata de enseñar: opiniones, simpatías, fobias y -si me apuran- religión.
Y todos -religiosamente: es como ir a misa- miran en familia, comentan en el trabajo o en la escuela; desde Ushuaia a La Quiaca; sin esas odiosas distinciones de raza, credo, clase social ni nada…
Y aprenden, es de creer. Aprenden a mirar con simpatía y naturalidad a los travestis, a alimentar la lujuria, a ser buenos consumidores. Y cosas así.
Pero: no todo está perdido.
Al menos, de vez en cuando alguien reacciona, y levanta su voz de protesta.
Hoy, sin ir más lejos, en esta carta indignada que publicó La Nación:
Con respecto a un capítulo reciente de «Los Roldán», considero que un programa que llega a tanta gente, de diferentes niveles culturales, debería servir para educar y no para confundir o dar validez a creencias populares que están lejos de ser correctas.
En este caso me pareció un horror la manera en que el personaje de María levantaba el conejo y el sufrimiento y los intentos de éste tratando de soltarse. Estos animales tienen unas orejas muy delicadas que no están preparadas para soportar el peso del cuerpo, se pueden desgarrar. A los conejos no se los agarra de las orejas, sino de la piel de la nuca.
Cualquier medio de comunicación debería asesorarse sobre cómo tratar a un ser vivo que puede salir lastimado, y de paso se educa…
En este caso me pareció un horror la manera en que el personaje de María levantaba el conejo y el sufrimiento y los intentos de éste tratando de soltarse. Estos animales tienen unas orejas muy delicadas que no están preparadas para soportar el peso del cuerpo, se pueden desgarrar. A los conejos no se los agarra de las orejas, sino de la piel de la nuca.
Cualquier medio de comunicación debería asesorarse sobre cómo tratar a un ser vivo que puede salir lastimado, y de paso se educa…