… pienso que tanto los laicos como los clérigos deberíamos esforzarnos en
entender la Eucaristía como un acto unitario;
y si hoy está reviviendo la piedad eucarística, con más razón.
La Adoración Eucarística está muy bien, pero si pierde su referencia
al sacrificio de la Misa, la Liturgia perderá su integridad
y la Misa quedará reducida un proceso para fabricar Hostias consagradas.
Lo digo algo brutalmente, sí. Pero es que en mis tiempos he oído bastante sobre recibir el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesús, y muy poco sobre cómo mi recepción se relaciona sobre lo que ha ocurrido en el altar unos minutos antes. He oído a sacerdotes decir que la razón de que los fieles acudimos a Misa es para recibir a Jesús en la Eucaristía, pero no he oído mencionar cómo estamos involucrados en el ofrecimiento al Padre.
También el lenguaje trae sus problemas. Decimos «la Eucaristía», para significar tanto el acto litúrgico como la Hostia consagrada. Decimos «el Santísimo Sacramento» para significar a Jesús bajo las apariencias de vino y pan; aunque (según Santo Tomás) el acto sacramental en sí es el sacerdote pronunciando las palabras de la institución sobre el pan y el vino.
Esta dualidad de significados debería ayudarnos a asociar en nuestras mentes el ofrecimiento y la recepció … pero, al sentirnos los fieles involucrados en lo segundo y no en lo primero, pareciera que más bien contribuye a empeorar las cosas. Yo, al menos, tiendo a pensar en términos de «Misa» por un lado y «Eucaristía» por otro; lo primero es donde recibo lo segundo; y cuando alguien usa lo segundo para significar lo primero, me suena a una afectación…
A mí tampoco me gusta demasiado cuando los curas (o los ‘animadores’ y aledaños) usan la palabra «Eucaristía» para decir «Misa»; y tampoco -igual que Tom, creo- confío demasiado en ese disgusto mío. Parece haber alguna miopía generalizada acá; (sectarismos, prejuicios, pajas en ojos ajenos, guitarras vs latines; falta de simplicidad, de atención y de interioridad, en suma) que nos estorban para ver las cosas en su grandeza y su unidad. Y no es sólo la desconexión entre «ofrenda» y «recepción», también «ofrenda», «sacrificio», «comunión»…
Lo digo algo brutalmente, sí. Pero es que en mis tiempos he oído bastante sobre recibir el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesús, y muy poco sobre cómo mi recepción se relaciona sobre lo que ha ocurrido en el altar unos minutos antes. He oído a sacerdotes decir que la razón de que los fieles acudimos a Misa es para recibir a Jesús en la Eucaristía, pero no he oído mencionar cómo estamos involucrados en el ofrecimiento al Padre.
También el lenguaje trae sus problemas. Decimos «la Eucaristía», para significar tanto el acto litúrgico como la Hostia consagrada. Decimos «el Santísimo Sacramento» para significar a Jesús bajo las apariencias de vino y pan; aunque (según Santo Tomás) el acto sacramental en sí es el sacerdote pronunciando las palabras de la institución sobre el pan y el vino.
Esta dualidad de significados debería ayudarnos a asociar en nuestras mentes el ofrecimiento y la recepció … pero, al sentirnos los fieles involucrados en lo segundo y no en lo primero, pareciera que más bien contribuye a empeorar las cosas. Yo, al menos, tiendo a pensar en términos de «Misa» por un lado y «Eucaristía» por otro; lo primero es donde recibo lo segundo; y cuando alguien usa lo segundo para significar lo primero, me suena a una afectación…
El domingo pasado, en uno de esos sermones algo demasiado entusiastas y abigarrados… tuve la sorpresa de pescar varias ideas que me andaban rondando. Una de ellas, muy cerca de lo anterior. El cura (nada «tradi») a propósito del Corpus Christi, lamentaba que la liturgia reciente, por culpa de algunos teólogos, tendiera a olvidar el aspecto del sacrificio en la Eucaristía, convirtiendo a al altar en mesa de banquete (mandó al frente, en especial, a los neocatecumenales, con sus altares-mesas gigantes); sin sacrificio no hay banquete, decía.
Y a mí (otro aspecto diferente, pero no lejano) también me importa recordar que este banquete -entendido en el sentido más elemental, el de recibir el sacramento al comer la hostia consagrada- ni es el motivo esencial de mi asistencia a la misa, que aunque no quiera o no pueda hacerlo igual participo del banquete, y que, en todo caso, este banquete no tendría sustancia si no fuera anticipo del banquete que esperamos. (Y por ese motivo -no estoy seguro de que sea bueno o suficiente- me molesta que algunos curas modifiquen la frase «Felices los invitados a la cena del Señor» diciendo «Felices nosotros que hoy somos invitados a la cena del Señor», porque a mi ver se pierde esa referencia, esencial).
El Catecismo tiene algo que decir, veo ahora.
Y de paso, este boletín liturgico con su consultorio, parece razonable, por lo poco que ví (no se asusten -o no se ilusionen- con el patrono).