El mundo moderno tiene dos enemigos: la pobreza y la niñez.
Por «mundo moderno» Bernanos entiende nuestra
«nuestra civilización técnica, cuya sola regla es la eficiencia».
Con eso, creo que basta para entender a dónde apunta la frase.
Sesenta años -y qué años!- después, podríamos acaso anotar algunas señales, alguans banderitas en el mapa que marcan los frentes de avance y batallas ganadas contra esos enemigos. Por ejemplo, contra el primero (contra esa «superstición de la Pobreza» -expresión de Bernanos- que el catolicismo ha albergado… cada vez con menos calor), tenemos la difusión del adjetivo peyorativo «loser!», fracasado. Y en cuanto a lo segundo, es visible que esa «franja improductiva» cada vez es más angosta… y cada vez es menos improductiva -con que consuma, ya es bastante; para empezar al menos.
Y sí, ya sabemos que Jesús dijo que los pobres eran bienaventurados, y que había que hacerse como un niño para entrar al Reino de los Cielos; pero -además de que ni los Reinos ni los Cielos tienen mucho mucho poder de seducción hoy día- también sabemos que en aquellos tiempos la sociología, la economía y la psicología (por no hablar de la sexología) estaban en pañales, si me perdonan la metáfora.