Algunas observaciones y perplejidades adicionales:
Sabemos que la mayoría de los antiguos (griegos, por ejemplo;
Aristóteles, por ejemplo) creían en la eternidad
del mundo. Pero yo siempre había pensando esa teoría
en términos «cosmológicos», no en términos humanos.
Necesité esa referencia de Gilson a la tradición según
Aristóteles para hacerme una idea: así, un tradicionalista
que cree en la eternidad del mundo, cree en una trasmisión
que se remonta al pasado infinitamente. Porque no sólo
el mundo es eterno: también lo es el hombre.
Me impresionó tomar conciencia de eso. Tan acostumbrados
estamos a la cosmovisión lineal (y la evolución; y el progreso
científico) que nos resulta difícil concebirlo:
una humanidad eterna, siempre igual, culturas que pasan una atrás de la otra… traten de imaginarlo; da vértigo.
¿Las últimas lineas de Gilson no vendrían a contradecir lo anterior? Si hace falta alguna noción previa de Dios para aprehender
las demostraciones de su existencia, ¿cómo puede decir que
«carece de importancia que la educación familiar o la enseñanza de las escuelas o de las iglesias transmita esta noción a los espíritus»?
Sospecho que estamos
demasiado prontos a asentir a la primera hipótesis
y a rechzar la segunda:
…doble hipótesis: en primer lugar, que la certeza de la existencia de Dios es en gran medida independiente de las demostraciones filosóficas que de ella se dan; en segundo lugar, que el fracaso de tales pruebas para convencer a espíritus modernos no tiene que ver gran cosa con la difusión de la ciencia.
… «demasiado» prontos, digo, porque sospecho que no entendemos bien ninguna de las dos.