Esos números (a pesar de que sean números, a pesar de los respetables centros de investigación, a pesar de los expertos que sacan conclusiones) me dejan algo perplejo, me cuesta creer que tienen algún sentido. No entiendo cómo alguien puede medir un grado de felicidad.
Este otro articulo tiene algo de esto, pero parece un poco más jugoso.
Un par de cositas:
…el hombre común cree que es más feliz que el
promedio (lo cual obviamente es imposible).
Esto me pareció notable. Habría unas cuantas vueltas
de tuerca a dar… Dejemos las objeciones
estadísticas («la mayoría de los
hombres tiene un número de piernas mayor al promedio»,
ya se sabe; pero esa paradoja difícilmente se aplica acá).
Y supongamos por un momento que efectivamente
el grado de felicidad de cada uno es
algo «objetivo» y -en principio-
medible.En ese caso, si la mayoría de los hombres evalúa que su propia felicidad es mayor a la felicidad promedio, parece que la evaluación es equivocada. El error puede provenir de «medir» mal la felicidad propia o la ajena. Parece razonable suponer que uno no se equivoca al evaluar la propia felicidad. ¿Conclusión? Tendemos a sub-valorar la felicidad ajena. En general, creemos que el prójimo es menos feliz de lo que en verdad es.
Pero eso no necesariamente debe atribuirse a defecto de visión del observador. Acaso más bien se deba a que tendemos a mostrarnos más desdichados de lo que en verdad somos. Preferimos sobreactuar nuestros problemas y disimular nuestras alegrías.
¿Será así? No sé, hay demasiados supuestos dudosos en el camino. Pero me gusta la idea.
Me gusta, y me preocupa también. Porque, si es así, Dios no debe estar muy contento con nosotros. Tal vez tenga algo que ver con aquello de «hacerse como niños».
En el mismo párrafo, afirma que, independientemente del «error», el hecho de ser feliz (o de creerse feliz… si es que hay alguna diferencia) es una buena noticia, porque…
… porque las investigaciones muestran
que las personas más felices tienen mejor salud,
son más exitosas, más trabajadoras, caritativas y
comprometidas socialmente.
Aristóteles (¿o era San Agustín?) decía
que no tiene sentido preguntar a un hombre
para qué quiere «ser feliz», pues la felicidad
es un fin en sí mismo.
Pobre Aristóteles, él no contaba con
los resultados del «research» contemporáneo;
y apuesto que -pobre- habría tenido problemas
en entender el párrafo anterior. Sobre todo
le habría costado entender que «es bueno
ser feliz, porque así uno es más trabajador».
«Bueno… para quien?», imagino que habría
preguntado.
[* expresión metáforica, o en camino de serlo; lo que son las cosas…]