Seguramente, mi enamoramiento con el
estudio Ghibli en buena medida debe ser atribuido a que en realidad aprecio poco el cine. Así, por ejemplo, necesité ver «El viaje de Chihiro»
y «Porco Rosso» para comprender lo que cualquiera debe saber:
que la música no es un mero adorno en las películas, que forma -o puede o debe formar- parte esencial de ciertas escenas, que con otra música
serían otra cosa. Y así con otras cosas, igualmente elementales.
Como sea, estoy contento de haberlo descubierto.
Otra cuestión distinta es si este género (el de los dibujos animados) es
un género «inferior», y en qué sentido. Yo, por ahora, no estoy
dispuesto a aceptar que lo sea en el sentido absoluto, es decir,
como un género que el conocedor debe necesariamente
despreciar (cualquiera puede imaginar ejemplos en literatura,
o en música). Menos inaceptable me parecería suponerlo
un género inferior sólo en tamaño -o profundidad;
como si me dijeran que Miyazaki es a Fellini lo un valsecito
criollo (Flor de Lino, digamos) es a una sinfonía de Mozart:
ambos perfectos, cada uno en su plano; pero planos a distinta altura.
Digo que esto me parecería menos inaceptable, y no me animaría
a refutarlo; pero la verdad es que tampoco me convence.
Claro que hay una cuestión de hecho: que los dibujos animados en su gran mayoría
están hechos para niños, y ellos tienen menos desarrollado el sentido
artístico. Pero, naturalmente, esto no quiere decir mucho, porque el hecho
puede ser accidental y pasajero, y porque -aunque no lo fuera-
podría trazarse un paralelo con los cuentos de hadas (y saldría a relucir Tolkien…).
Hay otra cuestión, más de principio: la aparente superioridad del medio filmado
(con actores de carne y hueso) para representar las emociones humanas. Así, se da casi
por supuesto que uno hace una película animada sólo cuando quiere mostrar algo
«fantástico», con poca «humanidad», algo que sería materialmente imposible o
difícil hacerlo «al natural». Así, algunos se cuestionan, por ejemplo con «Los increíbles» de Pixar:
¿eso no podría haberse hecho con actores reales?
Pero no veo cómo este supuesto puede basarse en principios generales. Es como decir que el arte de pintar el retrato de una persona o un paisaje no tiene mucho sentido
desde que tenemos la fotografía (curiosamente, acá la situación es -¿o era?- a la inversa;
más bien se supone que el medio más «realista» corresponde al género menor). ¿Y por qué no podría ser valida, en alguna medida, la analogía (animación/filmación=pintura/fotografía) ?
Yo no lo sé, y sospecho que es una cuestión ya trillada
y respondida por gente que sabe del tema.
Pero… miren ustedes esta imagen. Haciendo click pueden ver el fondo más grande, sin los personajes.
Es de «Omohide Poro Poro» (no pongo el título en castellano porque no lo tiene).
Díganme si la composición
de esa escena (en la película dura 12 segundos) no es más digna del arte de un pintor que de un fotógrafo.
Díganme si no es un rasgo de genio el detalle de ese cartel de contramano -cómo algo tan pedestre y marginal
puede resultar tan inevitable como una palabra que completa una rima.
Y no sé si pueden imaginarse
que alguien conciba y realice
algo así en una película filmada;
yo no puedo imaginarmelo. (Pero … no hace falta
que vuelva a hacer constar mis limitaciones).
Los dejo con una reseña en español y
otras
dos
imágenes.