El otro día me fui a confesar -un cura desconocido, al azar, como casi siempre- y el tipo estaba leyendo «El señor del mundo«, de Benson, en la traducción de Castellani, que reeditaron hace poco).
Me hizo gracia, y me distrajo un poco (quedó el libro cerrado sobre el asiento, y yo no podía evitar pispear la contratapa…compulsiones de lectura que uno tiene).
Llegada la hora de la penitencia y absolución,
ya estaba yo esperando un poco de rigor… Pero me largó con cinco AveMarías, nomás (previa recomendación de leer … a Santa Teresa y a San Juan de la Cruz). Verdad es que, para los tiempos que corren, ya eso casi lo hace un rigorista.