Imágenes y novelas

Es el primer párrafo del tercer capítulo de una novela que estoy leyendo. No importa cuál.
Hagan el esfuercito de leerlo, antes de seguir con el post.
Aunque el mercado de Billingsgate de esa época consistía nada menos que en todo el lecho dejado por el antiguo curso del río, llamado ahora calle del Támesis, las carretas de los vendedores, cargadas de cebollas, zanahorias, lechugas y coles se apretaban rueda contra rueda a lo largo de la calle, y por el este llegaban hasta Tower Stairs, junto al blanco castillo medieval, en cuyas cuatro torres ondeaban las banderas; seguían por el oeste más allá de la fachada helénica de las Adanas y rebasaban los ocho muelles abarrotados hasta llegar al mercado de Billingsgate y más allá hasta la parte oeste del puente de Londres. El estruendoso torbellino del comercio llenaba toda la calle, desde los callejones que morían en ella por el norte hasta el lugar en que la calzada desaparecía para unirse unos metros más abajo al curso del río, ceñido por plataformas de madera, junto a las que se alineaban los botes de los pescadores de ostras. Un laberinto de planchas y escalerillas unía las bordas de los botes a tierra, formando una pequeña calle más bien precaria, llamada por los comerciantes del mercado como calle de las Ostras.
A mí me queda poco de todo eso, muy poco; casi lo paso por alto.

Borges decía que no estaba seguro de ser un buen escritor, pero sí creía ser «un excelente lector, o, en todo caso, un sensible y agradecido lector». Yo no me animaría a decir tanto; pero sí me animaría a decir que soy un lector voraz y, a estas alturas, bastante entrenado; leo con mucho gusto (es una de mis actividades favoritas) y, mientras se trate de narraciones, con cierta facilidad. Lector agradecido y medianamente sensible, creo.
Pero sí reconozco que se me hacen cuesta arriba esas descripciones.
Es bastante común, dirá alguno: a casi todos nos resultan menos legibles las descripciones que las narraciones dinámicas, y los diálogos.
No estoy seguro que eso sea todo. Creo que tengo una dificultad especial con las descripciones visuales. Supongo yo que la intención del autor es que el lector se haga una imagen visual de lo que describe (como, supongo yo, se la hace él). Por lo general, yo renuncio al esfuerzo. Paso.
Falta de actitud contemplativa, dirá alguno; impaciencia. Puede ser. Pero sin embargo disfruto de lo visual, me encantan los paisajes de Miyazaki, y no pido «acción» en esos casos (en verdad, ahora que lo pienso, cuando el autor me tira con ese párrafo le contestaría : «No jodas, dibujámelo y seguimos»). No sé.

¿Le pasará a todos los lectores algo parecido?
¿Tras leer el párrafo de arriba, les queda alguna imagen del castillo blanco con sus cuatro torres? ¿Arman en su cabeza la escena, con sus calles y sus distancias? ¿Han prestado atención a los puntos cardinales y han dibujado mentalmente un plano? ¿»Ven» cada cosa en su lugar, esos botes alineados junto a las plataformas de madera…?
Si es así, sepan que los envidio profundamente.
# | hernan | 14-junio-2005