…al llegar a Génova, los ciudadanos, que me habían recibido
muy bien, se apoderaron de mis caballos, quieras que no quieras,
para partir al asalto de una fortaleza. Es costumbre de la ciudad,
cuando parten hacia alguna expedición, apoderarse de los caballos
que encuentran en el camino, sea cual fuere su dueño.
Las mujeres permanecieron en la ciudad.
Yo, entretanto, hice lo que pude y prediqué la palabra de Dios a muchas mujeres y a algunos hombres. Numerosas mujeres nobles y ricas tomaron la cruz. Los hombres se habían llevado mis caballos y yo hice que sus mujeres tomaran la cruz [*].
Eran tan fervientes y devotas que apenas si me dejaban un instante de reposo, desde el alba hasta la noche, y tenía que decirles palabras edificantes y también confesarlas.
Cuando los ciudadanos regresaron de la expedición, al ver que sus mujeres e hijos habían tomado la cruz, luego de escuchar mi predicación, también ellos tomaron la cruz con mucho fervor y amor.
Permanecí en la ciudad de Génova durante todo el mes de septiembre y a menudo prediqué los domingos y los días de fiesta al pueblo. A pesar de que yo no conocía su lengua, miles de hombres se convirtieron a Dios y tomaron la cruz.
No quise volver [a mi obispado de Acre] sin haber defendido por doquier a los cruzados donde los oprimen con tributos y otras exacciones. Si no lo hiciera, no escucharían la palabra de mi predicación y en cambio me escupirían en la cara, pro no haber sido capaz de protegerlos como les prometí en mis sermones.
Anota Regine Pernoud esta observación interesante: «Recordemos,
para tener idea clara de lo que significaba la tarea de un predicador
de la cruzada, que nadie estaba autorizado a predicarla sin haber
tomado antes la cruz, y que debía haber leído el Corán y conocer
la religión de Mahoma antes de encaminarse hacia Tierra Santa.»
Yo, entretanto, hice lo que pude y prediqué la palabra de Dios a muchas mujeres y a algunos hombres. Numerosas mujeres nobles y ricas tomaron la cruz. Los hombres se habían llevado mis caballos y yo hice que sus mujeres tomaran la cruz [*].
Eran tan fervientes y devotas que apenas si me dejaban un instante de reposo, desde el alba hasta la noche, y tenía que decirles palabras edificantes y también confesarlas.
Cuando los ciudadanos regresaron de la expedición, al ver que sus mujeres e hijos habían tomado la cruz, luego de escuchar mi predicación, también ellos tomaron la cruz con mucho fervor y amor.
Permanecí en la ciudad de Génova durante todo el mes de septiembre y a menudo prediqué los domingos y los días de fiesta al pueblo. A pesar de que yo no conocía su lengua, miles de hombres se convirtieron a Dios y tomaron la cruz.
No quise volver [a mi obispado de Acre] sin haber defendido por doquier a los cruzados donde los oprimen con tributos y otras exacciones. Si no lo hiciera, no escucharían la palabra de mi predicación y en cambio me escupirían en la cara, pro no haber sido capaz de protegerlos como les prometí en mis sermones.
[* Me hizo mucha gracia esta frase. De paso: «tomar la cruz» significa algo así como «hacerse cruzado»]