Los ángeles de Wim Wenders (3)

Pero, siguiendo con lo anterior, me dice el mismo Luis:
…¿no ves alguna traza de la Encarnación en la idea de Wenders? Es posible que no sea consciente, pero en el inconsciente cristiano europeo eso está indudablemente. Y de algún modo «subcreativo» nos muestra algo de la «subjetividad» de Cristo.
Nunca me gustó ese argumento apologético (al estilo de St Hillaire) de la Encarnación como si un hombre se hiciera un gusano, o una cucaracha. Es decir, lo Nobilísimo inferiorísimo. Esa no puede ser la «perspectiva» de Cristo. Más bien debe ser una mirada amorosa, interesada; de nuevo «sus delicias son andar con los hijos de los hombres».
Entre otras cosas, porque la dicotomía radical que plantea la Encarnación no es materia-espíritu, sino Dios-hombre y si querés, Ser-ser encarnado.
Está bien. Me faltaba un post -y es este- para decir en qué sentido la «tesis» de la película es -o puede ser- cristiana.
En el anterior, intenté decir en qué sentido podría no serlo (de hecho, como dije, creo que leerla en este sentido no sería justo).

Por un lado, quedamos en que no sería cristiano creer que la vida puramente espiritual de los ángeles es menos plena que la vida humana terrenal, o creer que lo espiritual es una fantasía y lo sensual la realidad. Sería una forma de materialismo (filosófico), muy extendido en el mundo, por cierto.
Pero tampoco sería cristiano despreciar nuestra condición encarnada; sería una forma de espiritualismo… otra herejía.
Error de cuño neoplatónico (frecuente también en muchas religiones orientales). Contra esto, Tomás de Aquino (entre otros) dice que el hombre no es un alma que se vale de un cuerpo (como un vestido, o una herramienta) sino un alma y un cuerpo.
En «Muerte e inmortalidad», Pieper ve trazas del error espiritualista en algunas formas cristianas de hablar de la muerte, cuando se dice con cierta liviandad que «el cuerpo muere, pero el alma es inmortal»; expresión dudosa por lo menos: en buena filosofía, lo que muere es el hombre. Y cita Pieper, de las «Cuestiones disputadas», un objeción : «Tras la muerte, el alma bienaventurada es definitivamente liberada del cuerpo; y en ese estado se parece más a Dios, que es espíritu puro». Tomás se plantea esa objeción (que, dice Pieper «se presenta con la tentadora fastuosidad de una argumentación ‘espiritual’ y sublime, que parecerá a muchos digna de aplauso») para rechazarla de plano, contestando que «el alma humana unida con el cuerpo es más semejante a Dios que el alma separada, porque aquella posee su propia naturaleza de una manera más perfecta».

Y todo esto, que puede sonar demasiado filosófico a alguno, está como mostrado -espléndidamente, incontestablemente- en el Nuevo Testamento. La Encarnación de Cristo no es un dato menor, vamos (de paso: algunos antiguos sostenían que Cristo no tenía un alma humana, que Dios sólo asumió un cuerpo como quien se pone un vestido; lo cual es una herejía [*]). Y si hacía falta más, está el dogma de la Resurrección de los Cuerpos.

Puede ser que el cristianismo en alguna época (cristiandad barroca, jansenismo… ) haya estado cerca de olvidar todo esto; tal vez porque su cristología acentuó demasiado la «teología de la cruz» a expensas de la «teología de la encarnación», para usar los términos de Ratzinger.

Nos importa no olvidarlo, creo yo.
Alegrarnos de vivir con esta alma y este cuerpo, en este mundo, con este viento, este frío, estos colores y estas rugosidades. Frotar las manos, y oler un café.
Dar gracias por estar acá.

Cosas que a mí me llevó bastante tiempo empezar a aprender. Y en eso estamos.
Chesterton puede ayudarnos, claro está. O San Francisco de Asís.
Por ahí, quién te dice, una peliculita de Wenders también.


[* De paso, y a propósito de tantos que aparentan creer que las herejías son una expresión de audacia y vigor intelectual; como este ejemplo muestra, la cosa es más bien al revés]
# | hernan | 6-mayo-2005