Aborto selectivo … y presionado.
Ya hay un reproche implícito hacia los padres que,
detectado el síndrome de Down (por ejemplo) en el feto, deciden
no abortar. ¿En cuánto tiempo tendremos un reproche explícito, una condena social, campañas de concientización impulsadas por el gobierno? ¿Cuántos años habrá
que progresar para que los padres que tengan
chicos Down sean mirados como crueles?
Son sus prejuicios reaccionarios, dirán,
quieren sentirse tranquilos y
virtuosos obedeciendo las reglas de su religión,
quieren estar en regla, y no les importa traer al mundo
un chico que sufre y que no nunca podrá
tener una vida plena; y que también dificultará la vida
de los de su entorno; hay que ser…
Hablamos, hablamos… pero el hecho es que los «monstruos» (los discapacitados, los mogólicos)
molestan. No pensamos -por ahora al menos-
en suprimirlos, pero «sería mejor que nunca hubieran
existido», como dijo Jesús de Judas.
Ellos «no cierran», no forman parte del paisaje
del paraíso en la tierra que imagina -bien que nebulosamente- el laicismo.
Es curioso, si bien se mira. Porque la existencia
de los discapacitados, el sólo nacimiento
de un chico Down, suele ponerse como una objeción
contra el teísmo: si existiera un Dios bueno y todopoderoso, no permitiría eso… dicen; y cualquier
adolescente puede -y suele- entenderlo y repetirlo.
Pero hete aquí que esos seres dolientes,
a los ojos del creyente (cristiano o no)
jamás fueron una mancha en el universo,
siempre se integraron a él, siempre tuvieron un sentido, aunque sea misterioso. ¿Cuántas mujeres se habrán sentido
«tentadas en su fe» al ser madres de un chico Down?
Claro que cuando los creyentes decimos que tal o cual cosa «es un misterio«, los ateos se burlan,
creen que estamos cerrando los ojos ante una contradicción, y nos corrigen: «es una contradicción, un sinsentido«. Difícil hacerles entender que,
precisamente es al revés: el misterio es lo que tiene
sentido. Y esta cuestión podría ser un ejemplo.
Se me ocurre que Baudelaire supo ver algo de esto (no explicarlo, que eso no se le puede pedir a un poeta;
pero sí mostrarlo). Probablemente me equivoque, tiendo a encontrar demasiadas relaciones y puentes
entre temas y libros… Pero no por eso renunciaré a
dejarle la palabra a Baudelaire. Queda para mañana.