Veamos algunas aplicaciones prácticas.
Consejo: La mejor manera de librarse de la tentación es caer en ella.
Consejo: La mejor manera de librarse de la tentación es caer en ella.
Consejo: La mejor manera de librarse de la tentación es caer en ella.
Consejo: La mejor manera de librarse de la tentación es caer en ella.
Sabemos que todos esos ingeniosos que citan o festejan la cita, con sonrisa traviesa y complice, no pensarían en aplicarla en estas situaciones. ¿ En qué tentaciones piensan, entonces ?
Habría que preguntarles…
Supongo que, si lográramos forzarlos a examinar un poco sus cabezas, terminarían encontrando en algún recoveco una especie de mitología -muy siglo XIX- que incluye un ente nebuloso llamado «Moralina» con la cual otros personajes mitológicos (de caras avinagradas, ropas oscuras y fanatismos religiosos) infectaban las mentes de la Humanidad Inocente, sumergiéndolos en la alienación, la angustia y el sentimiento de culpa. Y supongo que la dicha frase es una especie de slogan, con la cual se con-memora la liberación de esas ideas medievales de pecado (sexual, sobre todo).
Y bien, esta mitología puede tener su cuota de verdad.
Existió ciertamente en algunas épocas una especie de obsesión moralista, que llegó a bordear lo enfermizo en su temor al placer; supongo que su manifestación más típica es el puritanismo (herejía protestante … y moderna).
Pero se me hace que el uso actual de la frase, como casi siempre que uno despotrica contra los males de los otros («el mal que empieza cinco milímetros más allá de la propia piel»), hablar con tanta ligereza de las «tentaciones», como si la palabra no tuviera un sentido grave y acuciante, como si uno no tuviera tentaciones que resistir, es más una muestra de ceguera que de clarividencia.
La ignorancia (negación práctica) del pecado original, si me apuran. En todo caso, y seguramente, la ignorancia completa de la ascesis.
De paso: la atribución de la cita no es -a priori- confiable, puesto que casi toda frase con tinte irónico-ingenioso-intelectual que ande dando vueltas por ahí se la cuelgan a Oscar Wilde (o a Mark Twain). Pero en este caso, me dice Google, tiene fundamento. La frase está en «El retrato de Dorian Gray«. Aunque
1) No es propiamente de Oscar Wilde, sino de un personaje
2) El contexto del personaje y de la cita tiene un tinte (sospecho) demasiado nietzcheano (en los peores sentidos de la palabra) para el citador estándar.
3) Ya que mentan a Wilde para darle autoridad intelectual a la frase, no estaría mal recordar sus escritos de la prisión («De profundis» , y «La balada de la cárcel de Reading»). Sólo conociendo el pecado propio podemos sentir el pecado de todos, nuestra solidaridad en la culpa y en el dolor.
[…]
Alas! it is a fearful thing
To feel another’s guilt!
For, right within, the sword of Sin
Pierced to its poisoned hilt,
And as molten lead were the tears we shed
For the blood we had not spilt.
[…]
But there were those amongst us all
Who walked with downcast head,
And knew that, had each got his due,
They should have died instead:
He had but killed a thing that lived,
Whilst they had killed the dead.
For he who sins a second time
Wakes a dead soul to pain,
And draws it from its spotted shroud
And makes it bleed again,
And makes it bleed great gouts of blood,
And makes it bleed in vain!
…
Y en «De Profundis» (una carta desde la prisión al amigo
-por decirlo de alguna manera-), Oscar Wilde -que nunca
llegó a ser católico, o siquiera un cristiano como Dios
manda (pero, quién llega a serlo?)- menciona alguna «tentación»…
y no para aconsejar caer en ella:
Alas! it is a fearful thing
To feel another’s guilt!
For, right within, the sword of Sin
Pierced to its poisoned hilt,
And as molten lead were the tears we shed
For the blood we had not spilt.
[…]
But there were those amongst us all
Who walked with downcast head,
And knew that, had each got his due,
They should have died instead:
He had but killed a thing that lived,
Whilst they had killed the dead.
For he who sins a second time
Wakes a dead soul to pain,
And draws it from its spotted shroud
And makes it bleed again,
And makes it bleed great gouts of blood,
And makes it bleed in vain!
…
Yo sabía que la Iglesia condenaba la «acedia«, pero
la idea me parecía realmente ridícula; es justamente, pensaba yo,
el género de pecado que podría concebir un cura ignorante de la
vida real. Tampoco podía comprender por qué Dante,
que por un lado dice que «el dolor vuelve a desposarnos con Dios«,
era tan severo con los enamorados de la melancolía… No sospechaba
entonces que este amor por la tristeza sería para mí una de las
más fuertes tentaciones de mi vida.