Por ejemplo: Balmes

Recuerdo haber hojeado hace mucho tiempo, un poco al azar (como al azar se encontraba ese libro en la biblioteca de mi padre), «El criterio» de Balmes. Recuerdo estas páginas sobre la igualdad, y la sensación de furia y desprecio que sentí leyéndolas. Recuerdo que en esos tiempos no era cristiano, y leía a Cortázar y a Nietzsche. Claro.
Pero hoy, que soy cristiano y he cambiado radicalmente mis aprecios y mis desprecios… resulta que Balmes me sigue pareciendo tan ganso como entonces. Y acaso menos despreciable, por más peligroso.

Ese fragmento podría ser un buen anti-ejemplo de lo que decía antes, sobre hacerse cargo. Balmes se encuentra con gentes que afirman que «los hombres somos iguales», y desdeñosamente se dedica a «reducir a polvo» estas palabras. Claro, es un slogan que no es de su bando; ergo, no vale le pena tratar de entender cuál es su fondo de verdad. Son palabras vacías y nada más.

Si no me equivoco, Balmes es (¿o era?) considerado como uno de los más grandes pensadores católicos españoles del siglo XIX. Por lo cual, de ser mi juicio certero (cosa muy dudosa, le garanto) sería un caso doblemente representativo de algunas cosillas sobre las que vengo discurriendo estos días.

Veamos, ya que estamos… ¿No tendrá algo que decir Balmes respecto de la otra cuestión, de la mejoría que trajo al mundo la venida de Cristo ?
Sí, cómo no:
…¿Qué cambio social produjo este Hombre [Jesús]? Recordad lo que era el mundo romano y ved lo que es el mundo actual; mirad lo que son los pueblos donde no ha penetrado el cristianismo y lo que son aquellos que han estado siglos bajo su enseñanza y la conservan todavía, aunque algunos alterada y desfigurada.

El cristianismo ha contado entre sus hijos a los hombres más esclarecidos por su virtud y sabiduría; ningún pueblo antiguo ni moderno se ha elevado a tan alto grado de civilización y cultura como los que lo han profesado; sobre ninguna religión se ha disputado ni escrito tanto como sobre la cristiana; las bibliotecas están llenas de obras maestras de crítica y de filosofía debidas a hombres que sometieron humildemente su entendimiento en obsequio de la fe; luego esa religión está a cubierto de los ataques que se pueden dirigir contra las que han nacido y prosperado entre pueblos groseros e ignorantes. Ella tiene, pues, todos los caracteres de verdadera, de divina.
Y vale la pena leer el contexto.
Habrá católicos que tengan distintas opiniones sobre esta manera de encarar la cuestión. Algunos (tradicionalistas, supongo) dirán que es así nomás, aunque sea un discurso impopular (o políticamente incorrecto). Otros dirán que en buena medida es o puede ser verdad, pero que el tono hoy debe resultar insufrible a cualquiera. Y otros (progresistas, supongo) dirán que es un repugnante ejemplo del triunfalismo y provincialismo del catolicismo preconciliar.
Si es así, (y dejando de lado por ahora los esquemas pre/post conciliares) en el repudio, coincido —por una vez!— con los progresistas.

No se trata tanto de la verdad (muy difícil de decidir) del hecho esgrimido como argumento (que la civilización cristiana es superior al paganismo), se trata más bien de cómo se esgrime este hecho para argumentar (no importa que la argumentación sea «exteriorizada»; lo mismo da que sea una argumentación interna, y aun apenas conciente). Se trata del espíritu, de qué significa para uno «ser cristiano».

Temo que cada vez que uno dice esos discursos -o asiente a ellos- se está poniendo fuera de la verdad. Gravemente fuera.
Y no veo mucha prevención, ni meaculpas (históricos o personales) por estos pecados contra la verdad.

Si escuchamos que alguien dice «La civilización pagana es evidentemente superior al cristianismo«, saltamos a protestar: es una estupidez y una mentira, decimos.
Si escuchamos que alguien dice «La civilización cristiana es evidentemente superior al paganismo«… bueno, tal vez no estamos muy seguros de que sea verdad (por cierto, no «evidente») .. pero como eso lo dice uno de los nuestros, peleando de nuestro, lado contra los malos… no protestamos (ni siquiera en nuestro interior). Si no es estrictamente verdad, nos decimos, al menos no se trata de una falsedad malintencionada y dañina…como la otra.

Ahora, si lo pensamos un poquito… es exactamente al revés… ¿no?
Si el cristianismo no es un partido, si Cristo es la Verdad, entonces las falsedades dichas a favor del cristianismo son mucho más dañinas que las falsedades dichas en contra.
Dañinas para el cristianismo y para uno, digo yo, no sé …
# | hernan | 17-noviembre-2004