Apologías y rechazos

Algún que otro español se ha molestado un poco por esto que dije. Está bien.
Y alguno que otro ha postulado a los mártires del siglo XX como uno de esos frutos que yo echaba de menos. Está bien.
Bah; no sé si está bien. La verdad, y con perdón, a mí eso no me produce demasiado entusiasmo, en ese plano. Y (con esta probable blasfemia me termino de ganar las simpatías de mis lectores) yo preferiría que España en el último siglo contara con menos mártires y con algún Chesterton, por ejemplo.
Insisto, de todas maneras, en que si el panorama lo veo negro, no lo estoy mirando desde arriba, ni siquiera desde afuera.

¿Hablamos un rato del celo evangelizador del catolicismo hispano actual? Mejor, otro día. (Mientras tanto, vayan buscándome una Biblia española católica en Internet).

A otra cosa. Varios me han criticado por falta de síntesis, claridad y sustancia. Y es justo. Es lo que hay, vio…
Y un lector me tira los nombres de Santo Tomás de Aquino y de Juan Pablo II como ejemplos de otros que «se han hecho cargo»…
No estoy seguro[*], pero es muy posible.

[* Por cierto, cada vez estoy menos seguro de todo. Impresiona, cómo al pasar los años uno va sabiendo menos cosas -es decir, descubriendo que nunca las supo-. Cuántas opiniones tan firmes tenía uno en la adolescencia, sobre política, moral, estética… qué sabios éramos. Cuando yo era más joven, leía que esto iba sucediendo al acercarse uno a la vejez: «sólo sé que no sé nada», o algo por el estilo. Y sospechaba que era una mera afectación. Pareciera que no —espero que no, bah—. Al menos, siento que tengo la más mínima gana de recuperar aquellas sabidurías adolescentes. De eso, casi sólo de eso, estoy seguro]
# | hernan | 15-noviembre-2004