Releo lo anterior y trato de afinar la puntería: no es precisamente «sentimiento» lo que habría que oponer a aquellos razonamientos que arma nuestro abogado interior. Más en general: es la reacción interior inmediata, previa a toda reflexión. Sentimientos e impresiones, sí, pero también juicios de valor espontáneos —de hecho, suelen venir en yunta*.
¿Y a qué apuntábamos? A que, en interés de nuestra salud —interior y comunitaria—, deberíamos poner menos energía en racionalizaciones y polémicas, y dedicar más atención a esa inmediatez. Reprimir esa natural ansiedad por lograr que nuestras aprobaciones o rechazos resulten «sólidamente fundados» —por la razón, la autoridad (incluso tribal) o el dogma. Dar más lugar, en nuestra consideración y nuestra expresión, a esa instancia primaria, esa mirada… ¿puedo decir «fenomenológica», Jeeves? …. ¿no le parece? … no, es cierto que mucha formación filosófica no tengo, pero tampoco… ¿cómo?… no, no tengo muy claro lo que significa «fenómeno» en Kant, ni las diferencias con el «fenomenismo empirista», pero… algo… bueno, un poco de este (¿cómo se pronuncia?) Husserl leí, vamos… sí, es cierto que no avancé demasiado… ¿el señalador quedó en la página diecisiete, nomás? … claro, es que justo fue cuando conseguí el manga japonés aquel… y no, mucho no entendí, no… pero… está bien, Jeeves, está bien, gracias, vaya a plumerear un poco la biblioteca.
¿Mejor traemos un ejemplo? Ya trajimos uno; trivial y -por acá- trillado; pero vale. Escenario: en la misa dominical escucho una canción, con guitarras y ritmo agitado, y se me retuercen las tripas. «No me gusta nada esta canción de misa»: este vendría a ser el hecho más primario, una sensación; pura subjetividad. A remolque viene los juicios, todavía sin reflexión: «Esta canción es fea» (juicio estético), «Esta canción es inapropiada para el culto católico» (juicio religioso-cultual), «Está mal que canten -o permitan, o aprueben- esta canción en el culto católico» (juicio religioso-cultual-moral). Estos juicios realimentan el sector pasional (tristeza, ira…). Luego vienen generalizaciones («esta canción» → «este género de canciones» → «este estilo de culto»), y allí asoman, más o menos informes, los argumentos para dar fundamento (legal, dogmático, racional)** a mis juicios anteriores. En paralelo, constato que los mejores correligionarios —en la jerarquía o en la tribu— me acompañan en el sentimiento; y en la pesca de argumentaciones. No son «meras cosas mías». Son temas de peso, y por lo mismo, no subjetivos. (¿también «considera algo impertinente» que mencione a Kiekegaard acá, Jeeves?… está bien, está bien…)
Ahora bien: a mí se me hace que, de hecho, todo esto tiene algo de malsano. El peligro (este sí de peso; y como intenté mostrar en el post anterior, nada imaginario) de prostituir a la inteligencia, haciéndola servir de abogado que justifique nuestros sentimientos… eso es peor que cualquier «quietismo intelectual». Si la razón no sirve para hacernos ver, ni para hacer ver a los otros (a los aliados y a los adversarios), sirve al mal. Es en este sentido que quisiera menos razonamientos y más atención al dato primario. Soportar esa desnudez puede resultar un ejercicio saludable de ascesis y humildad: quedarse, hasta nuevo aviso, con el dato primario; no pretender saber más que eso: «A mi yo [N.N., en estas coordenadas de tiempo y espacio, con esta historia y estos genes] le disgusta esa canción de misa».
Me parece, repito, una cuestión de salud: hacia adentro y también hacia afuera; un matiz a acentuar para sanear la conversación, con los aliados y con los adversarios. Para seguir con el ejemplo trivial***, se me hace que si quiero comunicar a tal cura o guitarrista de sensibilidad progresista mis disgustos tradicionalistas, él sólo podrá encontrar un principio de comprensión y diálogo si le presento con llaneza mis datos primarios; si ataco con mis fundamentos («¿Ud. leyó el decreto tal y cual sobre la música sacra?»), automáticamente acudirá a su manual para lidiar contra fanáticos. Y yo no lo culparé.
* Nótese de paso que la expresión «Yo siento que… » normalmente viene seguida no de un sentimiento sino de uno de estos juicios espontáneos.
** «Sustento y marco teórico», dirían nuestros intelectuales de izquierda que suscriben cartas abiertas.
*** Espero que el ejemplo machacado no restrinja la cuestión a los alegatos tradicionalistas; ni siquiera a temas religiosos. Ya que mentamos la izquierda: es notable la facilidad con que estos enarbolan principios ‘ad-hoc’, para justificar la militancia; como si, por ejemplo, su posición frente el golpe en Honduras estuviera fundado en la defensa de la democracia (parafraseando lo de Groucho Marx: «Estos son nuestros principios; y cuando no nos convienen, tenemos otros»). Es más o menos lo mismo; aunque cuando de política se trata las graduaciones de hipocresía e ingenuidad son menos interiores.