… miró su reloj detenidamente, con el gesto atento del hombre
que hace una cosa mientras piensa en otra. Aún era joven, pero
en su semblante podía observase es algo marchito y amargo
que se nota en aquellos cuyas preocupaciones han consumido
los primeros años de la vida. Su rostro era lleno, descolorido,
con la blandura de carnes que predice para más adelante
el hundimiento de las mejillas, y esas arrugas profundas
que dibujan una especie de silenciosa sonrisa cuando se llega
a los cuarenta años. Sus ojos, de un gris claro, se fijaban
intensamente en lo que miraban. Su ancha y carnosa nariz
y sus gruesos labios evidenciaban un hombre débil de voluntad,
pero satisfecho de su bienestar y de sus costumbres, capaz
de alguna firmeza cuando se tratara de defenderlos. […]
Se irguió finalmente, golpeó el petril con el puño, con
el gesto de quien pugna por sustraerse a sus propias meditaciones […]
Frotábase las manos con un gesto maquinal, y marchaba con
el paso preciso y rápido que traduce, a veces, el curso
de un pensamiento absorbente, como si alguna de las preocupaciones
del alma trascendiera al cuerpo y le comunicara su ritmo…
…y dos arrugas marcáronse en mi frente,
y mis pupilas emitieron ese casi imperceptible
destello gris violáceo tan característico que traduce en ocasiones
la impaciencia del lector cuando el novelista hace gala de demasiadas
dotes fisonómicas y perspicacia mundana.
No sé, la verdad, qué pensar. No sé si en la vida real estos tipos saben reconocer en las narices y labios la fuerza de voluntad de la gente, y leer las marcas que han dejado las precupaciones en los rostros de los hombres. Lo que sé, es que yo no; ni de cerca. No cuenten, pues, con mi complicidad, señores novelistas. Cuenten, sí, con mi fastidio. Y podrían contar con mi envidia, también, si llegaran a convencerme de que no se están mandando la parte.
La novela remontó vuelo. Pero al final me quedé con la intriga, por un error de imprenta falta todo el cuadernillo del último capítulo (maldición!). No todo tiempo pasado fue mejor, ni toda encuadernación.
No está mal la novela, tampoco. Y me ayuda a comprender mejor algunos tangos, cómo no.
Linda idea, aunque la página tiene algunos problemitas técnicos. Yo aporté un billete de lotería de 1928 que encontré hace poco.