•Ostrov (La isla), rusa (2006). Especie de hagiografía de ficción, una suerte de «loco de Dios» al modo ortodoxo ruso; convincente y convencida, en lo religioso y en lo cinematográfico. Película muy estimada por los católicos tradicionalistas de por acá; lo cual, confieso, me la hizo ver con ojos más críticos de lo que probablemente merezca. Sin llenarme, creo que vale la pena. (Sigo creyendo que hay algo de falso —alienante— y nocivo en ese gusto de los tradicionalistas de acá hacia ese tipo de religiosidad; pero este es otro tema).
• Mucho más y mejor me impresionó Ordet (La palabra), de Carl Dreyer (Dinamarca, 1955). De culto, en blanco y negro. Un pueblito protestante, de hace un siglo, dos líderes religiosos rivales, un estudiante de teología que (tras leer a Kiekegaard) ha enloquecido y se cree Cristo… un clima muy potente y un final inquietante (lo más elemental es a veces lo más chocante y audaz). Dos buenas conexiones: el director es el de «La pasión de Juana de Arco«, y la protagonista actúa también en «La fiesta de Babette«.
• El Señor de los Milagros (también traducida como El hombre que hacía milagros; original: The miracle maker), es una vida de Cristo animada, en ‘stop-motion’ la mayor parte. Medio relatada desde el punto de vista de Tamar, la niña resucitada por Jesús. Nada que me atraiga especialmente, pero de buen gusto; no está mal.
• Otra vida de Jesús, con más interés arqueológico (cinematográficamente hablando) que otra cosa, es la Vida y pasión de Jesucristo de Zecca (1903). De la prehistoria del cine, muda y teatral, casi sin planos; y con algunos fotogramas coloreados a mano. Traté pero no llegué a compartir la mirada apreciativa de Greydanus (aunque no deja de ser interesante lo que dice sobre ver películas mudas con niños). La estética y gestualidad de estampitas siglo XIX la hacen demasiado ridícula a mis ojos -y esto podría abrir una reflexión sobre estética y religión, pero ahora no. También intenté ver «La historia más grande jamás contada«, pero enseguida perdí la paciencia.
• Tres plenamente hagiográficas. Primero, La vida del Padre Pío, (2000) largometraje en dos partes para la TV italiana. Poco conocida, la vi en doblaje español, con pocas expectativas. Pero, dentro de su modestia y en su género, me gustó más de lo esperado.
• Faustina (Polonia, 1994), 75 minutos sobre Santa Faustina Kowalska. También sin grandes pretensiones, pero tampoco está nada mal.
• Monsieur Vincent (Francia, 1947), sobre la vida de San Vicente de Paul, es otra cosa. También hagiográfica, pero más profesional y reconocida; aunque también un poco más convencional para mi gusto (esa música de entonces, esa leve falsa pompa de escenas como la de las galeras…) Pero con todo, es agradable. Y, al igual que las otras dos, está la seducción -y el provecho- de la figura del santo. (Y además, en mi caso, se trata de santos que conocía poco o nada).
• Para cerrar la lista, otra de santos pero ya no hagiográfica: volví a ver la ambigua y fascinante Thérèse (Cavalier, 1986). Y (confío un poco más en mis juicios tras una o dos relecturas) vuelvo a recomendarla.