Uno: Misa del domingo pasado, el cura párroco hace girar el sermón sobre la celebración del día (Todos los muertos ) pero también -y aún más- sobre la del día anterior (Todos los santos). Y para ilustrar el misterio de la comunión de los santos —dice— nos trae una cita de un escritor francés, de principios de siglo XX… (mmm ¿con quién irá a salir este?, pienso yo, pesimista, dado lo que conozco de este cura) … eran esos tiempos angustiantes, sobre todo cuando empezó la primera guerra, y el futuro se veía incierto y bla bla… (yo me impaciento) … y el escritor este, que se llamaba León Bloy (!!!!!), y era un judío converso (????) pensaba en este misterio de la comunión de los santos, que nuestras acciones, nuestros méritos forman un tesoro común y misterioso, un entramado de efectos que ahora no podemos entrever. Y él, pensaba, acaso debiera la gracia de su conversión a la oración de un mártir en la China… Y lo mismo nosotros, sólo Dios sabe qué gracias hemos recibido por los méritos de personas que no conocemos, y acaso nuestra oración de hoy sirva para convertir a un japonés del siglo 23; y qué hermoso será ver esos lazos de solidaridad, en el cielo…
Y la verdad es que, más allá de mi interés personal (literario si se quiere) por Bloy, y aparte del error sobre su condición judía, el hilo de la cita (paráfrasis que a su vez yo parafraseo) vino bien traído. También es verdad este registro (mística bordeando la poesía, digamos) no es muy frecuentado en los sermones, y sin embargo, creo que no deja de impresionar a la feligresía del domingo; aunque, claro, no soy la persona indicada para medirlo.
Dos: Recién, escuchando Bach (si puede llamarse «escuchar» el ponerlo de fondo mientras escribía el post anterior) descubro que, al parecer, la música de la canción de misa (tampoco muy frecuentada) Oh, Víctima inmolada proviene de «La pasión según san Mateo»; qué ignorante es uno…