Desenganchado

Mediodía de domingo, tren local algo precario (ex San Martín), casi lleno. Algunos rasgos del paisaje humano que se me antojan levemente literarios —o cinematográficos. El hombre que comparte mi asiento, cabeceando contra la ventanilla, apestando a cerveza (lata abierta a sus pies) y que intermitentemente se despierta asustado y me pregunta, con lengua casi incomprensible, en qué estación estamos; aunque le aseguro que me encargaré de avisarle (tenemos el mismo destino, al menos por lo que respecta a este viaje), olvida esta seguridad en cada despertar y necesita un rato para recobrar la calma.
Para matar el tiempo, espío el diario del pasajero de adelante. Título destacado de una nota que, casualmente, también veo en el diario de otro pasajero que está leyendo la misma página, cruzando el pasillo apenas más adelante ¿Casualmente? en una película de suspenso, una cosa así no sería casualidad, me digo; y al panning que va de un diario a otro, desde mi punto de visión, seguiría una toma de mis ojos que se hacen cargo y se concentran y elaboran rápidamente un plan para burlar a la banda de perseguidores que, por lo visto, saben que estoy en este tren, y que …
Bueno, basta.
Después de todo, el título en cuestión no parece sugerir misterios o amenazas: «No quedemos enganchados en el dolor», exhorta.

En todo caso, puede ser un consejo oportuno, en este domingo de Pascua de resurrección. Pienso sobre todo en lo que decía Bloy a propósito de esta fiesta. Pienso que bien puede un cristiano quedarse demasiado enganchado al dolor del viernes santo, a la emoción de un Vía Crucis, y tener problemas para asumir la alegría del final feliz. Yo mismo, disfruto (si se me permite la palabra) intensamente de las celebraciones que rondan la Pasión, en ese triduo pascual, y las espero con ansiedad; todo esto me hace -creo- bien, me ablanda el corazón y me alimenta. Pero, por suerte, no puedo decir lo mismo que Bloy: la alegría de la Resurrección (la Vigilia Pascual del sábado a la noche, preferentemente) la siento por lo general con igual intensidad, y no podría ni querría separarla de lo otro.
Igual, creo que es consejo oportuno, aunque no lo sea especialmente para mí (claro, los consejos que solemos considerar más oportunos y urgentes son los que necesitan los otros, no nosotros…), cuidar de purificar nuestra contemplación del dolor redentor, limpiarla de cierto sentimentalismo morboso, no divorciarla de la alegría de la resurrección.

Aunque no podría asegurarles que esta sea exactamente la intención del que escribió aquella nota del diario, naturalmente.
# | hernan | 8-abril-2007