—Te creo y te quiero. Perdón y gracias.
Un poco impúdico de mi parte, pero por algo uno tiene un blog.
Y —como todo el resto— por ahí a alguno le sirve, qué se yo.
Más que una jaculatoria, es una especie de resumen de
los puntos fundamentales
que me armé hace tiempo; también a modo de recordatorio: lo que no debo olvidar, y no debo olvidarme de decirlo.
Después de varios años advertí que
eran once sílabas. Podría ser el último verso de un soneto,
me dije entonces. Pero mis capacidades versificadoras (y no digamos poéticas) no van mucho más allá
que eso: saber contar las sílabas y saber qué es (aproximadamente) un soneto.
De modo que así quedó, nomás. Lo cual bien puede ser otro motivo para dar gracias.