Lo que se ve y lo que se explica

Es disgustante, es deprimente, asistir a la sumisión idolátrica del público ante los llamados «progresos de la ciencia», sí.
Pero, a mí me deprime casi tanto la pobreza de las voces contrarias -de la Iglesia o no. En esto, y en tantas cosas, pocos parecen reconocer que no es suficiente ver el mal, delerse de él, y manifestar esa videncia y ese dolor, sino que es necesario hacer el esfuerzo de meditar eso, para entonces formularlo de una manera penetrante, inteligible e inteligente.
Y que esta necesidad es real, y no sólo de cara al público ignorante, si no ante nosotros mismos: necesitamos explicar bien, no sólo para hacernos entender, sino también -y sobre todo- para entender nosotros. Se me hace que, si no sabemos forjar un alegato de ese tipo, es de temer que estamos fallando -que estamos pecando– tanto como los otros, y que nuestra videncia es en gran medida una ilusión.
# | hernan | 15-mayo-2006