Me topo en una mesa de usados con esta
tapa
de una edición barata de «Perelandra» (linda
novela de C. S. Lewis). Y
pienso (automàticamente, sin pensar realmente)
«Qué espanto… estas cosas
sólo las podemos hacer acá. Qué verguenza.
Cómo podemos ser tan…».
Pero qué estás diciendo, animal -me contesto enseguida-:
eso no es argentino; está en inglés,
¿no ves? Es inglés, o yanqui.
Ah, sí; perdón; es que uno está tan acostumbrado… Complejo de inferioridad, si quieren; o hábito
de maledicencia -de puertas hacia adentro-; no sé.
Bueno. En cierto sentido, es un consuelo.
Y en otro sentido, una lástima.
Leon Bloy, tras haber leído no sé que artículo
en un diario católico holandés, decía sentirse
muy deprimido: hasta entonces había
creído que Francia ostentaba una indiscutible
primacía en lo que se refiere a la estupidez
de los medios católicos; y después de eso,
veía que Holanda amenazaba con hacerle sombra…