Te agradezco que me digas que el futuro
necesita de mí; pero, tal como yo lo veo,
el futuro no tiene más necesidad de mí que yo
lo tengo de él. Si tuviera la máquina
de viajar en el tiempo, no la volvería
hacia el futuro, sino hacia el pasado.
Y ni siquiera me detendría en los griegos;
iría por lo menos hasta la época egeo-cretense.
Pero este solo pensamiento me hace el mismo
efecto que hace el relato de un milagro
a un hombre perdido en el desierto.
Me produce sed. Más vale no pensar en esto,
puesto que este minúsculo planeta en que
estamos encerrados sólo volverá a ser
fecundo, grande y variado, como antaño
lo fue, mucho tiempo después de que nosotros
hayamos desaparecido. Si es que vuelve.
Grande como antaño
De un carta de Simone Weil a su hermano Andre: