Bosquejemos la tesis anti-mágica, desde el lado religioso (que después objetaremos).
La gente, los escépticos sobre todo, suelen creer que Magia y Religión, si no son lo mismo son al menos cosas cercanas. Propias del pensamiento mítico, irracional, dicen; ambas en oposición al pensamiento racional, científico. Sin embargo, en el sentido en que esta gente usa la palabra «magia», bien puede decirse que ésta es más afín a la ciencia moderna que a la religión. La afinidad se puede ver históricamente (hubo más interés por la magia en el Renacimiento que en la Edad Media), y de hecho, ciencia y magia son dos intentos de manipular, de dominar el mundo; (y la «racionalidad» de la ciencia moderna es muy discutible; en última instancia, como puede comprobarse, su justificación reside en sólo esto: funciona). Bajo este aspecto, la magia está más cerca de la ciencia moderna que de la religión; puesésta pone al hombre en situación más contemplativa que activa frente al cosmos. La posición del mago es «veamos qué servicio puede prestar la divinidad (y sus intermediarios, las fuerzas cósmicas) por el hombre», la del sacerdote es «veamos qué servicio puede prestar el hombre a la divinidad». Por eso magia se opone a religión. Y por eso, importa no confundirlas, y estar prevenidos contra las corrupciones de lo religioso que tienden a la magia, en este sentido manipulador de la palabra.
Finalmente, no estaría de más recordar lo que decía Simone Weil sobre el poder purificador , purgante, que puede tener el ateísmo; en tanto la superstición es una ilusión que fabrica la parte baja de nuestra alma, la que busca consuelos falsos, la que huye de la ascesis -física, mental, espiritual-, la apegada al propio yo, debe ser rechazada de plano. A Dios no se lo va a encontrar por este camino.
Todo esto está bien, en buena medida me parece verdadero.
Pero, la realidad es más compleja que nuestros esquemas. Y las cosas pueden medirse según distintas coordenadas; en alguna de ellas, la superstición puede ser una aproximación a la religión.
En el anteúltimo capítulo de «El fin de la aventura» (linda novelita de Graham Greene) hay una cena memorable en la que participan el anfitrión Henry -viudo reciente de la protagonista-, Bendrix -relator, amante de la muerta- (ambos incrédulos; Brendix especialmetne resentido con la religión) y el Padre Crompton -confesor de la muerta-. El cura, nada mundano y poco simpático «tenía muy una conversación muy limitada, y sus respuestas caían como árboles sobre una ruta». Henry intentaba mantener el flujo de la charla…
…
— ¿Más queso, padre ?
— No, gracias.
— Supongo que en un distrito como este le será difícil conseguir dinero —para caridad, me refiero…
— La gente da según sus posibilidades.
— ¿Un poco de brandy con el café?
— No gracias….
— No le molesta si nosotros…
— Por supuesto que no. Sucede que me provoca insomnio, y debo levantarme a las seis.
— ¿Para qué?
— Para rezar. Uno se acostumbra.
— Me temo que nunca fui capaz de rezar mucho, dijo Henry, desde que era niño… Solía rezar para entrar en la segunda división de rugby…
— ¿Y lo logró?
— Entré en la tercera. Me temo que ese tipo de oración no es de lo mejor, ¿verdad, padre ?
— Cualquiera es mejor que nada. Es una forma de reconocer el poder de Dios, y eso es una forma de alabanza, supongo. (No se lo había escuchado hablar tanto desde que empezamos a comer).
— Yo habría pensado —intervine— que eso es más bien como tocar madera, o evitar las pisar las líneas peatonales. A esa edad, al menos…
— Oh, bueno —dijo él— no me opongo a un poco de superstición. Da a la gente la noción de que este mundo no lo es todo. —me miró con cierto desprecio— Podría ser un comienzo de sabiduría.
— Su iglesia, ciertamente, no le hace ascos a la superstición: San Genaro, estatuas que lloran sangre, vírgenes que se aparecen— todo ese tipo de cosas…
— Tratamos de ejercer un discernimiento. Y de todos modos, no es más lógico creer que cualquier cosa puede suceder, que … ?
En ese momento sonó el timbre…
También el cura tiene su cuota de razón.— ¿Más queso, padre ?
— No, gracias.
— Supongo que en un distrito como este le será difícil conseguir dinero —para caridad, me refiero…
— La gente da según sus posibilidades.
— ¿Un poco de brandy con el café?
— No gracias….
— No le molesta si nosotros…
— Por supuesto que no. Sucede que me provoca insomnio, y debo levantarme a las seis.
— ¿Para qué?
— Para rezar. Uno se acostumbra.
— Me temo que nunca fui capaz de rezar mucho, dijo Henry, desde que era niño… Solía rezar para entrar en la segunda división de rugby…
— ¿Y lo logró?
— Entré en la tercera. Me temo que ese tipo de oración no es de lo mejor, ¿verdad, padre ?
— Cualquiera es mejor que nada. Es una forma de reconocer el poder de Dios, y eso es una forma de alabanza, supongo. (No se lo había escuchado hablar tanto desde que empezamos a comer).
— Yo habría pensado —intervine— que eso es más bien como tocar madera, o evitar las pisar las líneas peatonales. A esa edad, al menos…
— Oh, bueno —dijo él— no me opongo a un poco de superstición. Da a la gente la noción de que este mundo no lo es todo. —me miró con cierto desprecio— Podría ser un comienzo de sabiduría.
— Su iglesia, ciertamente, no le hace ascos a la superstición: San Genaro, estatuas que lloran sangre, vírgenes que se aparecen— todo ese tipo de cosas…
— Tratamos de ejercer un discernimiento. Y de todos modos, no es más lógico creer que cualquier cosa puede suceder, que … ?
En ese momento sonó el timbre…
Pero entonces, preguntará un impaciente, al fin de cuentas, ¿quién está más cerca de la religiosidad auténtica: un supersticioso o un ateo-escéptico?
Sospecho que es imposible contestar en abstracto. Depende de la historia de cada uno, de sus propios apegos. Tal vez, para la mayoría de los escépticos cientificistas que uno topa por ahí, su horror a la superstición tenga más de apego a sus propias seguridades que de amor por la verdad; en estos, bien podría aplicarse lo del cura: acaso una gota de superstición les vendría bien para abrirse al misterio, para bajar la guardia.
Y por contra, para el que tiene demasiada tendencia a ver en la divinidad una fuente de favores personales (aunque sea afectivos), le vendría bien verse algo más desvalido -como en efecto lo está.