… Alfanhuí
sintió un trallazo en sus músculos
y echó a correr por la nieve.
La liebre iba saltando delante de él,
haciendo cabriolas silenciosas sobre la nieve.
Hacia una colina sin árboles corrieron. Todo blanco.
Las nubes se habían quitado y hacía luna.
Alfanhuí corría, respiraba cuanto quería.
Abajo se veía la puerta de la cocina
como un fogonazo abierto al campo.
Alfanhuí se fue hacia un bosquecillo
de chopos pelados que entreveraban la luna
con sus varitas.
Bajaba el bosquecillo por una ladera
muy pendiente. Entre los árboles muy juntos,
Alfanhuí y la liebre se pusieron a jugar, sorteando
los chopos, trenzando sus huellas por el suelo nevado.
Luego corrieron más lejos,
pasaron el cauce, llegaron al molino,
del molino a otra colina, de la colina a otro bosquecillo, circunvalando
la casa, allá en lo bajo.
Ahora daban caa a la trasera y no se veía la luz;
pero la luna alumbraba mucho. Así corrieron y corrieron
hasta que Alfanhuí se sació de respirar y llenó
sus pulmones con el aire de la nieve.
A mí me gustó esta: «Todo blanco». Como resistiendo a la tentación de los artificios literarios, que tan necesarios se nos antojan a veces. Escrito como se habla.
Sí, pero, dirán… Eso también es un artificio, uno no escribe -naturalmente- como habla. Y cuando uno escribe eso (a menos que posea una inocencia literaria improbable) está faltando a las convenciones estilísticas de una manera deliberada; minga de naturalidad.
Puede ser. Pero, en su justo lugar, cuando la expresión antiliteraria es tan o más eficaz que la otra, no deja de ser un mérito, me parece.
También hay alguna otra torpeza que parece técnica; o técnica que parece torpeza; las dos primeras oraciones repiten el final; la rima «corría-quería»; el prosaísmo «pero la luna alumbraba mucho». Bien.
No me cae mal, por ahora, este Ferlosio.