Santidad, amor y energía

Una vez, chateando con un amigo le dije al pasar -y con la frivolidad del caso- algo así como que lo único que me importaba era ser santo (o que lo único que realmente me dolía era no ser santo). A mi amigo (que me conoce y me entiende; un criptocatólico, él, puede decirse) esto le sonó mal y más bien incomprensible. Pero en seguida (digamos… tres segundos) entendió de qué estaba yo hablando.
Es lamentable, pero no sorprendente, que la primera imagen que evoca la palabra «santo» a la mayoría sea la del santo canonizado y estampado; y, peor, que éste se vea como el cristiano premiado, triunfante al modo de un cantante exitoso. (De parecido modo, otro amigo hace tiempo me planteaba esta dificultad: cuántos hombres llenos de santidad escondida habrán existido que la Iglesia no ha «reconocido» ..canonizándolos; como si lo que importara fuera entrar en el santoral, más que entrar en el cielo…).

Leon Bloy famosamente decía (frase final de «La mujer pobre») que nuestra única tristeza es la de no ser santos.

Y Simone Weil, en carta a Maurice Schuman, decía:
… No tengo ningún derecho a hablar de amor, pues no me está permitido ignorar que el amor no habita en mí. Alli donde habita, opera mediante un surgimiento incesante de energía sobrenatural.
En Isaías hay una frase terrible para mí: «Aquellos que aman a Dios jamás están cansados» .

… no me gusta la manera en que los cristianos acostumbran a hablar de la santidad. Hablan como hablaría un banquero culto o un ingeniero culto del genio poético: algo hermoso de lo que saben que están privados, que aman y admiran, pero que no se les ocurriría reprocharse no tenerlo.
En realidad me parece que la santidad es -si se me permite decirlo así- lo mínimo exigible para un cristiano. La santidad debería ser para el cristiano lo que para el comerciante es la probidad en los negocios, para el soldado la valentía, para el científico el espíritu crítico.
La virtud específica del cristiano tiene por nombre la santidad. ¿Qué otro nombre, si no?
# | hernan | 1-abril-2005