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¡Cuántas veces desearíamos que Dios se mostrara más fuerte! Que actuara duramente, que derrotara el mal y creara un mundo mejor. Todas las ideologías del poder se justifican así, justifican la destrucción de lo que se opondría al progreso y a la liberación de la humanidad.
Nosotros sufrimos por la paciencia de Dios. Y, no obstante, todos necesitamos su paciencia.
El Dios, que se ha hecho cordero, nos dice que el mundo se salva por el Crucificado y no por los crucificadores. El mundo es redimido por la paciencia de Dios y destruido por la impaciencia de los hombres.
Y me voy a releer el sermón. Mientras espero las encíclicas.