Lo infinitesimal

La escuela sociológica francesa casi tiene razón en su explicación -sociológica- de la religión. Sólo le falta algo infinitesimalmente pequeño para tener toda la razón.
Ahora bien, ese infinitesimal es la semilla de mostaza, la perla en el campo, la levadura en la masa, la sal en la comida. Eso infinitamente pequeño es Dios; es decir, infinitamente más que todo.

Tanto en la vida de un pueblo como en la vida de un alma se trata de poner eso infinitamente pequeño en el centro. Todo lo que no está en contacto directo con él debe quedar como impregnado de él a través de la mediación de la belleza.
Eso es lo que estuvo a punto de lograr la Edad Media románica, esa época prodigiosa en la que los ojos y los oídos de los hombres estaban cotidianamente colmados de belleza, simple y pura…
Lo dice -quién si no- Simone Weil, en «Escritos de Londres». La idea de lo divino como «lo infinitesimal» aparece en otros escritos. Algo muy parecido dice, si no recuerdo mal, respecto de «la gravedad» (lo «mecánico», que opera en todo el universo, nuestra psiquis incluida), que hace casi todo y explica casi todo. Pero lo infinitesimal que deja fuera —el casi— es «la gracia», lo más importante.
Y trae como ilustraciones (metáforas reales) la abrumadora escasez (precariedad, insignificancia numérica, casi inexistencia) de la materia viva respecto de la materia muerta en el universo. Y lo mismo con la vida inteligente respecto de las otras formas de vida.
# | hernan | 10-abril-2005