Veamos con un ejemplo.
Todos sabemos que por acá (digamos, este continente americano) la religión cristiana está dividida principalmente en católicos y protestantes. Los católicos, claro está, creemos que nuestra religión es la verdadera, y nos alegramos de que la mayoría de los habitantes actuales de iberoamérica sean (al menos culturalmente, o nominalmente) católicos; y nos entristecemos si vemos que iglesias protestantes (evangélicos y pentecostales) van teniendo más penetración, entre la gente humilde sobre todo. Bien. Por otro lado, nos alegra que el catolicismo le otorgue tanto lugar a la Virgen María, en el dogma y en la devoción popular, contrariamente a la indiferencia -cuando no hostilidad- de los protestantes.
Ahora bien … resulta que un día nos enteramos de que hay muchos protestantes que están reconsiderando eso, que lentamente va creciendo la simpatía, el respeto y hasta la devoción mariana… Supongamos que damos por correcta la noticia, y más: (supongamos, dije!) que los protestantes van camino a ser tan marianos como los católicos. ¿Cuál sería nuestra (católica) reacción? ¿Qué nos diría nuestro corazón?
Algunas posibilidades que se me ocurren… en orden:
a. Buenísmo, alabado sea Dios. Es hermoso que más cristianos recen a María, que sean más las generaciones que «la llaman bienaventurada», y que su intercesión pueda ayudar a más hombres «a alcanzar las promesas de Cristo».
b. Bien. Esto va a ayudar a romper uno de los varios prejuicios e incomprensiones que nos separan; que católicos y protestantes podamos rezar juntos a María sería un paso enorme hacia la unidad de los cristianos.
c. Bueno. Por fin… los protestantes terminan reconociendo que los católicos no éramos ningunos idólatras por rezar a María. Teníamos razón, punto para nosotros. Ojalá sea el primer paso para que se den cuenta de que la Iglesia católica, y sólo la Iglesia católica, tiene la verdad, y que vean la necesidad de convertirse.
d. Es una maniobra estratégica, hipócrita e indignante. Claro… tanto tiempo queriendo meterse en la América hispana, y chocando siempre contra la devoción mariana popular… La verdad que para mí era un consuelo y una seguridad, frente a los avances de estos evangélicos, ver tantos rosarios y estampitas marianas en la gente humilde, las peregrinaciones a Luján… Los protestantes nunca podrán ganar terreno acá, pensaba yo. Y ahora nos salen con esto; quién los para ahora. Es para angustiarse.
Un poco de todo esto, con distintas palabras, habrá en el corazón de cada uno. Pero cuando las últimas (sobre todo la última) hablan más fuerte, cuando las escuchamos y les creemos, estamos viendo a la Iglesia como un partido.
No estoy seguro, pero me temo que esto que dice este sacerdote para justificar esa