Reduccionismos opuestos pueden ser igualmente
seductores. Incluso para la misma persona.
Por ejemplo: Nos es igualmente atractiva (fácil de entender…cómoda) la tesis de que «todo es materia» (materialismo cientificista, digamos)
como la tesis opuesta, de que «sólo existe el pensamiento»
(idealismo empirista, digamos). Y las dos tesis son seductoras,
por su misma simplicidad y sus pretensiones totalizadoras
y tranquilizantes.
La simplicidad -y la irrefutabilidad- de los razonamientos de
los dementes, decía Chesterton.
Para mí, el hecho de que dos reduccionismos opuestos
se nos aparezcan igualmente plausibles, es signo (no digo demostración)
de que son sólo dos formas de caerse del caballo.
Caer -dejarse caer- es lo más fácil del mundo.
La ortodoxia -entendida chestertonianamente: el catolicismo-
es saber andar a caballo. La cordura
que se alegra de la complejidad de lo real.